Historia

Iglesia temprana en los primeros tiempos

HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA INGLESA


OTRA HISTORIA DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO


Antesala con Misericordia


Jesús de Nazaret es el verdadero plantador y fundador de la "Ciudad del Amor" ("Amaos los unos a los otros como Yo Os He Amado"). Nadie debe robar o usurpar privilegios, menos apoderarse de oportunidades o recursos creados que deben ser repartidos para todos por igual. Quien roba privilegios y oportunidades no será digno del cielo de Dios ni de su infinita misericordia. El espiritu de ladrones y usurpadores siempre vivirá en el basurero histórico de la antimateria dentro de la nada oscura. La consigna del Dios Todopoderoso, es que mujeres y varones vivan con dignidad y bienestar en igualdad de condiciones, dentro de una sana y recta justicia con equidad y dignidad. Quien desee imponer cátedra sobre la verdadera doctrina cristiana emanada de Cristo, quien se cree dueño de la Santa Palabra y de las Santas Escrituras es el más equivocado entre los mortales terrícolas humanos. El verdadero cristiano es sencillo y humilde y sin ambiciones de robar los recursos que fueron creados para todos y todas. Ese mortal terrícola pensante debe empezar por el servicio a los demás sin exageración, fanatismo y/o fundamentalismo de ninguna índole y sin mostrar teorías estiercoladas. La ordenación y consagración de mujeres al ministerio del Orden Diaconal, Sacerdotal u Obispal, ha dividido a episcopales protestantes y anglicanos católicos sin embargo la arrogancia, petulancia y soberbia son las formas que usa Satanás para alejar a los hombres (varones y mujeres), de Dios. La competencia entre lideres vive fresca y campante en todas las denominaciones que han asesinado a los santos para que gobiernen los necios y dementes de las alcantarillas infernales.


Nadie debe hacer apología a ninguna fórmula de imperios religiosos y los regímenes espirituales, han manipulado con sus organizaciones corruptas y depravadas la verdad de la creación. El mensaje de Jesucristo es para todas y todos sin excepción aunque todos y todas deben cumplir con la ley (divina y terrenal), porque tarde o temprano al violador le llega el coronavirus que lo entierra más adentro de su propio abismo. Hacer apología a la sexualidad o a la misma preferencia sexual usando la doctrina de Cristo y el pulpito para corromper la sana costumbre del pueblo de Dios, es abominación. Los grupos depravados usan estrategias políticas, económicas y sociales, para estafar a quienes trabajan y producen, los corruptos montan matachos y estatuas en sus altares (dioses falsos), para distraer la verdad que viene de Dios y dormir la mente del creyente y no creyente y así la ignorancia de los esclavos de la mentira les ayuda para imitar la avaricia de quienes se han hecho llamar monarcas, reyes o emperadores y no son mas sino materia estiercoladas de la caverna infernal.


Cada grupo cristiano denominacional es libre de interpretar y aceptar que (Dios), Jesucristo sólo tuvo varones masculinos al servicio del altar como discípulos para pregonar la "Buena Nueva". Si los grupos organizados supuestamente "seguidores de Cristo", introducen cambios, cada grupo es libre de interpretar los signos de los tiempos aunque creemos que cada cambio fundamental en el proceso histórico de la Iglesia de Cristo, debe ser tarea exclusiva del Espíritu Santo, y la fuerza de Dios habla a todos los integrantes del grupo no a una persona en particular. Cada grupo y/o creyente, también puede equivocarse. La interpretación veraz bíblica en cada grupo de Iglesia, debe darse con testimonios de honestidad en cada uno de los integrantes que se conocen como Iglesia u organización religiosa. Quien se oponga a las manifestaciones del Espíritu Santo ese no debe ser confiado para las obras del Dios Altísimo. Dios se comunica individualmente con cada creyente y su aparición se da por lo menos en un grupo mayor a 12 personas o individuos. Si es de Dios el mensaje llega al colectivo en paz y sin entrar en trances de brujos o hechiceros. La adopción de niños y niñas, por parte de homosexuales, heterosexuales o 'bisexuales', no es en si la tarea primordial de la iglesia de Cristo sino deben ser las autoridades civiles constituidas legalmente en forma democrática para impartir justicia y equidad en ese asunto.


Sin embargo los clérigos y cristianos en general deben demostrar que realmente viven en pulcritud acatando la Ley de Dios y respetando la sexualidad, pureza, castidad de todos los mortales terrícolas humanos sin importar su edad, estirpe o condición social. Es mejor que todos tomemos como ejemplo las enseñanzas del "Maestro Carpintero" para establecer el reino de Dios y su justicia sin vanaglorias ni privilegios. Los gobiernos deben abolir las adopciones de infantes por padres sustitutos. Si se acepta la adopción por Ley o Mandato Constitucional deben los padres putativos, respetar apellido, origen, herencia (ADN), y el nombre de los verdaderos padres. Lo otro es un crimen que la mentira de la justicia ha patrocinado. Al igual "el hambre es un crimen." La ordenación de mujeres como diaconas, presbíteras u obispas, debe ser una decisión de cada grupo religioso. Nuestra organización no participara de debates o discusiones acerca de este tema y aunque nosotros no tendremos mujeres en el altar, respetaremos a las mujeres que sean llevadas al altar por otro grupo cristiano.


El Espíritu Santo nos dirá cuando cambiamos la acción en la sucesión.


Jesús de Nazaret al llegar a la tierra en vientre santo prestado, jamás se presentó como "Supremo Pontífice", rey, monarca, gobernante o emperador, La palabra "pontífice", fue acuñado desde antaño antes de la invención orquestada como emperadores o reyes. Fueron los varios pueblos y el pueblo romano quienes inventaron como palabra y el falso imperio del cristianismo y como el emperador la usan dentro de la nefasta organización, para esclavizar y explotar la conciencia de incautos. Tener ministros homosexuales ordenados o casar parejas del mismo sexo, debe ser responsabilidad de cada grupo cristiano ante Dios y la misma sociedad. La sexualidad es un derecho y cada ser humano debe tener una media naranja para amar como derecho natural. Es antinatura obligar a varones o mujeres a permanecer obligados dentro del estado celibatario. La castidad y la acción de pureza está por encima de cualquier interés. Obligar a los humanos a pervertir su sexualidad prohibiendo que un varón tenga sexo con una mujer o una mujer con un varón es abominación. Desde la época del imperio babilónico se usa el celibato y la castración (eunucos), para esclavizar y prostituir la sexualidad de los santos. La misericordia de Dios también llega al pecador para que se arrepienta de su pecado y logre la plenitud espiritual con felicidad. "Al Cesar eso que es del Cesar y a Dios eso que es de Dios".


(Lo cortés no quita lo valiente).


Iglesia de Inglaterra - (The Church of England)


Introducción al Anglo Catolicismo Cristiano


El anglicanismo o anglo catolicismo es la expresión religiosa más antigua en América Latina después del romanismo invasor, impuesto por el imperio político y religioso colonizador de la época (cualquier parecido con la actualidad es sólo coincidencia), a sangre, espada y muerte, arribaron a la América Criolla, con ciudadanos invasores españoles y europeos que en su mayoría (75%), eran delincuentes con sangre contaminada de enfermedades venéreas y otras plagas (se afirma que ratas, ratones y cucarachas vinieron juntos a los criminales invasores), en la época de la barbarie con crímenes de lesa humanidad. Los maleantes robaron riquezas naturales creadas, saquearon privilegios, usurparon oportunidades, violaron sexualmente a miles de varones y mujeres, asesinaron masacrando la vida a 70 millones de aborígenes nativos amerindios, se apoderaron de las tierras que eran propiedad de los pueblos originarios del continente América y hoy llamamos "Holocausto Amerindio".


Los europeos políticos de tendencia y doctrina romana (inglesa, española, francesa, portuguesa, holandesa y otros), llamaron equivocadamente 'conquista y abusivamente "colonia" al "Nuevo Mundo", después del Año 1492 (Año de invasión a la América criolla), los historiadores equilibrados recuerdan el Batallón Albión (también conocido como 'Legión Inglesa'), como grupo militar unidad, quienes junto a soldados, oficiales y capellanes clérigos anglicanos del ejército real de Inglaterra (estuvo conformado por galeses, escoses, ingleses e Irlandeses), llegaron a América Latina de la mano del régimen religioso británico para extender el falso poderío que aunque venían con intención de "ayudar a propagar la fe en Jesucristo", también buscaban robar el oro de los aborígenes, que en si eran y son los verdaderos propietarios de la tierra del Continente América.


Los ingleses acuñaron con el paso del tiempo varias instancias políticas formando eso que terminaría como una porción territorial para constituirse en la 'Provincia Anglicana de la Gran Colombia en 1826'. Inglaterra con el anglicanismo a cuestas, quiso incorporar garantías constitucionales, el derecho de libre práctica de "religión" y culto, dando paso a la entrada social del anglicanismo dentro del pensamiento latinoamericano en 1830 como anglo catolicismo. Fueron los ciudadanos ingleses, los primeros en defender la libertad de conciencia, culto y religión en América como continente. Los romanos siempre fueron y son malvados oportunistas para manipular privilegios y entregar porciones de un falso cielo a incautos creyentes que creen que esos pelafustanes son propietarios del cielo de Dios. Las indulgencias es un montaje maquiavélico para robar privilegios y manipular conciencias.


Los protagonistas de esta remembranza fueron los veteranos de Albión, en donde estuvieron la facultad para erigir sus propios templos y cementerios, que más tarde algunas de esas construcciones serian usurpadas por los jefes del romanismo en varios territorios de America Latina y que dividiría su territorio en lo que es hoy Panamá, Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia y Ecuador. El Presidente de la época en Colombia no permitió que los anglicanos desembarcaran en el Puerto de Cartagena de Indias para no entregar a los anglicanos los inmuebles robados por los españoles. Para no confundirnos debemos aclarar que la Iglesia Católica Anglicana, más allá del respeto institucional, no tiene vínculos doctrinales, estructural o dependencia de los grupos cristianos de Bizancio, Roma o Cantorbery aunque no se puede desconocer que en un momento de la historia del cristianismo todos estuvieron bebiendo de la misma fuente de fe aunque no todos con honestidad frente a la creencia en Dios y en la repartición de la riqueza.


Jesús de Nazaret fue el primer hombre entre los mortales terrícolas humanos que exigió la repartición de la riqueza por igual a todos los hombres sin excepción, enfrentando a quienes se apoderaron de los privilegios, por eso los ejércitos del sistema injusto y perverso, lo asesinaron y masacraron a sus apóstoles para que los delincuentes siguieran apoderándose de los recursos creados por Dios para todos en la tierra. El anglicanismo tiene su herencia en el catolicismo universal, histórico con la misma liturgia heredada del tiempo en la 'Iglesia Indivisa' con sus respectivas variantes. Aunque no fue Roma quien llevo el cristianismo a Inglaterra porque en si su origen y nacimiento aun es desconocido.


Aunque el anglicanismo es una corriente doctrinal más humana despolitizada y equilibrada frente al perverso romanismo, la humanidad y los grupos religiosos cristianos aún no han logrado construir el verdadero cristianismo con las enseñanzas tomadas del Hijo de Dios Jesucristo. El Cristo de Belem soñó en la construcción de la "ciudad del amor", en donde todas las mujeres y varones del planeta de las contradicciones, vivieran con igualdad de oportunidades, bienestar, sin ricos ni pobres sino en equilibrio los unos con los otros: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado". Sin embargo quien considere a Jesucristo como un caudillo político está equivocado porque Cristo sólo quiso establecer materializando la enseñanza espiritual para que en lo social todos tuvieran la misma igualdad sin privilegios ni revanchismos. Para Jesús de Nazaret todos los ricos del planeta (esos que se robaron los privilegios), van al infierno aunque hagan la patraña y pantomima de la confesión de pecados.


Jesús de Nazaret jamás se presentó como "supremo pontífice", acuñado desde antaño a su llegada por los emperadores romanos y utilizado por la falsa iglesia para esclavizar y explotar la conciencia de los incautos.


Por consiguiente que los reales anglicanos no gustan de reverencias ni opulencias porque el Mismo Señor Jesucristo expreso con sencillez: "Vayan por el mundo, bauticen en el nombre del Padre, en el nombre del Hijo y en el nombre del Espíritu Santo". Jesús de Nazaret era de raza aramea, su color muy parecido al hispano, jamás llevo en su piel la raza blanca, por consiguiente que hacer esculturas de Jesús Niño o Jesús de 33 años con su piel color blanco es un adefesio y choca con la realidad tanto de la piel de Jesús como su verdadera naturaleza creada. Adorar o venerar una imagen que aparenta la raza blanca es abominación.


El fundador del cristianismo católico o protestante como se llama equivocadamente no fue fanático y menos fundamentalista sino un hombre y un Dios muy equilibrado y sin errores que los falsos historiadores han acuñado como verdad solo la mentira del montaje de quienes se robaron los privilegios. Jesús de Nazaret jamás se hizo al lado de los políticos y menos cerca a los corruptos. El anglicanismo verdadero como doctrina sana busca destruir no el catolicismo ni el protestantismo sino la arrogancia y soberbia con el robo de los privilegios. El estado religioso es una estafa y fraude pues "EL Hijo de Dios no tuvo donde recostar su cabeza". Al final todo será destruido al comprender aunque nada poseemos, todos los mortales terrícolas de la especia humana están de paso. "No quedara piedra sobre piedra".


Quiénes son los Anglicanos?


El emblema del Anglicanismo es la Rosa de los Vientos. En el centro está la Cruz de San Jorge (Patrono de Inglaterra) recordando a los anglicanos sus orígenes históricos. La inscripción en griego "La verdad os hará libres" (Juan 8:32), rodea la cruz. El compás se refiere a la diseminación de la Cristiandad Anglicana por todo el mundo. Somos la rama histórica más extendida en el globo terráqueo, después de la iglesia romana. La mitra (prenda litúrgica utilizada exclusivamente por obispos), en la parte superior del emblema, enfatiza el rol supervisor del episcopado y el orden apostólico que está en el corazón de las iglesias anglicanas. La Rosa de los Vientos es usada como distintivo característico de nuestra familia de iglesias, que deriva su ethos, disciplina y liturgia de la histórica Anglicana Ecclesia.


En la actualidad el anglicanismo está dividido en tres tendencias: liberales; confesantes; e independientes. A esta última adhiere la mayoría del pueblo creyente, en todo el mundo. La rama liberal "oficialista" está formada por iglesias autónomas, en un centenar de países, y adoptan el calificativo genérico de Comunión Anglicana. Este grupo controla los recursos económicos de la mayoría de las iglesias conocidas y mantienen una comunión sacramental imperfecta (o sea "impaired", en inglés), con la Catedral primada de Inglaterra, y su titular, el Arzobispo de Cantorbery.


De su lado, las rama ortodoxa e independiente "confesante" está conformada por grupos y provincias en la diáspora, que aunque recaban comunión "espiritual" con el Palacio de Lambeth, se oponen a los cambios doctrinales, extremistas arbitrarios e inconsultos impuestos por las iglesias del 'Primer Mundo', como Canadá y EE.UU. Ellas retienen la fe originalmente transmitida por los padres apostólicos, el episcopado histórico, e integran la Fraternidad Confesante, con oficinas administrativas en Australia. En la actualidad el antiguo Obispo de Durham, Dr. Justin Portal Welby, ejerce la función de Arzobispo de Toda Inglaterra y Arzobispo Primado de los anglicanos en todo el mundo. Entre las ramas oficialista, independiente y confesante, se cuenta con más de 170 millones de anglicanos, 90 millones de ellos los aporta el país de Nigeria (África), donde se afirma que "Nigeria es la Reina del Anglicanismo" y es desde allí donde en si esta la Iglesia Anglicana por el mayor número de creyentes anglicanos miembros.


Por cuanto el anglicanismo es una federación descentralizada de iglesias en mutua fidelidad, cada iglesia posee nombre, estructura, jerarquía y prioridades propias, con doctrina y gobierno muy similares. Cada diez años en forma simultánea, los obispos anglicanos se reúnen en conferencias de intercambio informativo y caridad fraterna. Los "oficialistas" se reúnen en Kent --por invitación del Arzobispo de Cantorbery, en la llamada Conferencia de Lambeth, los "confesantes" se reunen en Jerusalén, Estado de Israel, En un hecho sin precedentes, el 29-jun-2008, día de San Pedro y San Pablo, 800 obispos anglicanos, entre "confesantes", independientes y "oficialistas" se reunieron en la capital de Israel, bajo la presidencia del Arzobispo Primado de Nigeria, Dr. Peter Jasper Akinola, con la finalidad de emprender una acción evangelística conjunta. Las decisiones de este tipo de cónclaves no son de obligatorio cumplimiento para las iglesias integrantes, aunque moralmente orientadoras.


Historia Iglesia Anglicana


El término anglicano se deriva del latín medieval Ecclesia Anglicana, que significa iglesia inglesa (Iglesia de Inglaterra). Se utiliza para describir a personas, instituciones, tradiciones litúrgicas y conceptos teológicos desarrollados tanto por la Iglesia de Inglaterra, en lo particular, como por las provincias eclesiásticas de la familia anglicana. También se emplea en lo referente a esas iglesias anglicanas de reestructuración contemporánea (a partir de 1977), que recaban comunión histórica con el Arzobispo de Cantorbery y se agrupan en la Fraternidad Confesante --o Continuum -- y otras prácticamente independientes, dentro y fuera del Reino Unido. La Iglesia de Inglaterra nació en el primer siglo de la Era Cristiana, como resultado de la labor misionera de San José de Arimatea, discípulo y apóstol del Señor Jesucristo, quien costeó los gastos funerarios de su Rabino Jesús de Nazaret, crucificado en el Gólgota, en los suburbios de Jerusalén. Alternando sus funciones episcopales con el comercio, el Obispo José de Arimatea, llegó hasta el sur de las islas británicas, estableciendo una activa congregación (en Glastonbury y Somerset), cuya devoción central era el Santo Grial (o la Copa con que el Señor Jesús celebró la última Cena).


En esa capilla, dedicada a San Juan Bautista, se ha mantenido el culto litúrgico desde el año 72 EC, hasta nuestros días, convirtiéndose en la congregación religiosa de culto ininterrumpido más antigua de toda la Cristiandad. Durante la terrible era de las persecuciones, la Iglesia Inglesa aportó con la vida, testimonio y martirio de grandes mártires del cristianismo temprano, como San Albano, en el 304 EC. Cuando el Emperador Constantino (hijo de la británica Elena), aceptó la Fe en Cristo Jesús no sólo cesó la intolerancia (Se cree que la Constantino lo bautizaron en la época de su vejez a la fuerza y en estado de demencia porque cuando estuvo cuerdo nunca quiso abrazar el bautismo de los cristianos), y así esta doctrina se convirtió en religión del Estado Romano aunque no en si la genuina doctrina de Cristo. En Inglaterra se produjo entonces una etapa de consolidación monacal y misionera, dando como fruto varones como 'Beda el Venerable', los monjes de Iona, San Patricio de Irlanda entre otros.


En el 314 EC, el Emperador Constantino convocó al Sínodo de Arlés (hoy Francia), como sesión preparatoria del I Concilio Ecuménico, a reunirse en el 325 EC, en Nicea (hoy Turquía). En ella intervinieron tres obispos británicos, Eborio de York, Restituto de Londres y Adelfio de Colchester, como evidencia irrefutable del crecimiento cristiano en esas aisladas geografías. En efecto, la sucesión apostólica de los obispos de Londres -que proviene de Arimatea- es veintidós generaciones más antigua que la de los arzobispos de Cantorbery, unas veces con, y otras sin contacto con la iglesia continental europea. Fácilmente se demuestra la universalidad de la iglesia en Britania. El Obispo de Roma aportó para la consolidación cristiana en Kent (en 597), con el fraile benedictino Agustín de Montecasino, quien se convirtió en el I Obispo de Cantorbery.


El Patriarcado Ecuménico de Constantinopla colaboró con el envío del archimandrita griego Vladyka Teodoro de Tarso, VII Obispo de Cantorbery, quien unificó las tendencias disímiles que subsistían dentro de Inglaterra (celta, sajona y filoromana), con la adopción de liturgia común y sistema de gobierno sinodal, que subsiste hasta nuestros días. En 1215, con la firma de la Magna Charta, se declara de jure, la autocefalía, autonomía, libertad e independencia de la Ecclesia Anglicana respecto de cualquier obispo extranjero (léase, el Obispo de Roma). Se receptaron entonces las firmas del Rey Juan "Sin Tierra", de Guillermo Ste. Mere Eglise, LXIII obispo de Londres, Esteban Langton, XLIV Arzobispo de Canterbury, y Walter de Gray, XXXVIII Arzobispo de York.


De modo que cuando en 1536, el Rey Enrique VIII solicitó a Clemente VII, Obispo de Roma, que declare la nulidad de su incestuoso matrimonio con su cuñada Catalina de Aragón (viuda de su hermano Arturo, Príncipe de Gales, y tía del Emperador romano Carlos I de España y V de Alemania, y carcelero del Vaticano), al ser congelado su pedido por la Rota Romana (sistema judicial vaticano), el monarca emancipó definitivamente del tutelaje italiano a la Iglesia de Inglaterra.


Por consejo de Tomás Cranmer (santo), Arzobispo de Cantorbery, por autoridad del Parlamento e inspiración del Espíritu Santo, el Rey fué proclamado 'Cabeza' Suprema de la Iglesia de Inglaterra como un Papa igual como sucede con el estado vaticano con la gran diferencia que Enrique VIII y sus sucesores no son clérigos ordenados y jamás han portado mitra de ninguna naturaleza como si lo hace el Papa del estado vaticano y que también ejerce como cabeza del romanismo. Los ingleses esta forma contraria al cristianismo la aprendieron de la falsa iglesia romana. Con posterioridad ese titulo derivó en Defensor Fidei (Defensor de la Fe), y "Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra", el mismo que ha sido utilizado por todos los reyes británicos, hasta Su Majestad Isabel II. El cristianismo calvinista -de denominación presbiteriana (hijos de los anglicanos puritanos)- tuvo su momentum, en Britania durante el relativamente breve reinado de Eduardo VI. De su parte el último período de sumisión al romanismo fue protagonizado por la Reina María Tudor, frustrada esposa de Felipe II, y prima del cardenal jesuita Reginaldo Pole, el último Arzobispo de Cantórbery designado por el papado. Sin embargo, el período de gloria del anglicanismo --tal y como hoy lo conocemos- fue encabezado por la Reina Isabel Tudor, quien lo consolidó definitivamente, al designar como Primado de la Iglesia de Toda Inglaterra al Arzobispo Mateo Park


La otra historia de la Iglesia de Inglaterra

(The other history of the Church of England)

"Versión escrita confiable"


En Britania. No hay un registro confiable sobre la introducción del cristianismo en Britania. Que la Iglesia británica en la primera mitad del siglo sexto no tuvo conocimiento o tradición del tiempo o costumbre se puede deducir del silencio de Gildas. El relato de Lucio se puede desechar como fabuloso. Los escritores extranjeros no proporcionan información más confiable que las fuentes nativas. El argumento de que la introducción del cristianismo en Britania procedió de las iglesias griegas en Lión y Vienne a consecuencia de las persecuciones bajo Marco Aurelio no es convincente. Es más probable que el evangelio llegara a la isla por intercambios ordinarios con otros territorios, siendo los más probables las tierras de la Galia y el bajo Rin. Si hubiera habido esfuerzos misioneros individuales u organizados la tradición habría preservado los nombres. Que el cristianismo se esparció ampliamente en Britania a comienzos del siglo tercero difícilmente se puede inferir de las noticias en Tertuliano y Orígenes, que son demasiado retóricas para ser testimonios seguros.


Sin embargo, parece cierto que se hizo mucho progreso durante el siglo tercero. Esto descansa, no en la tradición el siglo sexto sobre los mártires en Britania durante la persecución de Diocleciano, que probablemente no tuvo una extensión notoria en Britania, sino en el hecho de que tres obispos, presbíteros y un diácono de York, Lincoln [según otros Colchester o Carleonon-Usk] y Londres tomaron parte en el sínodo de Arlés en 316. Las ciudades de las que venían así como las localidades asignadas para los martirios mencionados por Gildas (St. Albans, Carleon-on-Usk) muestran claramente que el cristianismo echó raíces primero en las ciudades y puestos de las vías romanas.


Los unos las llamaron Herejías... Hay registros suficientes para mostrar que durante el siglo cuarto existió una iglesia bien organizada en Britania que estuvo en constante relación con el resto de la Iglesia, particularmente en la Galia, considerándose a sí misma miembro activo de ese cuerpo. Los obispos britanos asistieron al sínodo convocado en Ariminum (Rímini) por Constancio en 359, mostrando su presencia que su Iglesia se vio involucrada en disputas doctrinales generales. Gildas sostiene que fue muy dañada por el arrianismo (p. 32, ll. 20-25). Su testimonio lo contradicen Hilario de Poitiers (c. 358) y Atanasio (363). Pero ha de admitirse que las ideas arrianas hallaron aceptación en Britania durante la segunda mitad del siglo cuarto y que al irse desvaneciendo el poder romano a partir de entonces, es concebible que tales ideas puedan haber persistido y hallado expresión hasta el año 600, posiblemente en la fórmula bautismal (cf. F. C. Conybeare, The Character of the Heresy of the Early British Church, en Transactions of the Society of Cymmrodorion, 1897-98, pp. 84-117).


Predicación del cristianismo a los antiguos bretones: Es notorio que una biografía de Gildas escrita en el siglo XI, pero basada sobre materiales tomados del sexto, y una biografía de Patricio de la segunda mitad del siglo séptimo subrayen la devoción a la Trinidad (Chronica minora, iii. 95, ll. 8-9; Vida Tripartita, ii. 273, ll. 12-13; 286, ll. 6-7); se dice que Gregorio Magno sospechó que Columba no era lo suficientemente sólido en doctrina. Es cierto que el pelagianismo apareció en Britania durante el siglo quinto. Germán, obispo de Auxerre, fue enviado enseguida en 429 "derrotando a los herejes y dirigiendo a los britanos a la fe católica" (Próspero de Aquitania, Crónica, anno 429).


Algunos años más tarde, en una segunda misión, terminó la extirpación del pelagianismo en la isla (Vita Germani, usada por Beda, i. 17, 21). Gildas, escribiendo un siglo más tarde, no menciona la herejía. Durante 100 años tras la misión de Germán nada se sabe de la Iglesia en Britania. La tierra fue abandonada por los romanos y la conquista anglosajona hizo que el cristianismo desapareciera completamente del este. Con aquellos britanos que mantuvieron su independencia halló refugio en las montañas del oeste, de donde gradualmente salió al exterior en el siglo sexto.


En Irlanda. Tradición nativa del origen: Hay una tradición nativa sobre la introducción del cristianismo en Irlanda pudiéndose fechar los dos registros más antiguos no más allá del último cuarto del siglo séptimo. Son (1) la vida de Patricio, escrita por Muirchu Maccu-Machtheni, por deseo del obispo Aed de Sletty († 698) y (2) las colecciones en un tal Tirechan, discípulo de Ultan de Ardbrechan († 656), basadas en la información sobre Patricio que su maestro le había comunicado a él personalmente o había dejado en sus papeles. Ambos registros, con adiciones y amplificaciones, están en el Libro de Armagh (Liber Ardmachanus), cuyas diversas partes fueron escritas entre 807 y 846. En resumen esta tradición nativa es como sigue:


En 431 Irlanda era enteramente pagana. En ese año el papa Celestino I envió a un tal Paladio a predicar al pueblo, pero volvió y murió en Britania. Su lugar fue tomado (c. 432) por un británico, Patricio, quien en su juventud había estado prisionero en Irlanda. Evangelizó el país, fundó iglesias en todas partes, ordenó obispos y presbíteros y murió (459) universalmente reverenciado como cabeza de la Iglesia, en la que desempeñó una especie de rango metropolitano, con su sede en Armagh en Ulster.


Cruz Celta. Tradición desconfiable. Pero todo desacredita la autenticidad de esta tradición. (1) Presenta a Patricio como una personalidad comparable a Martín de Tours o Columba, el apóstol de los pictos; tales hombres no quedaron sin un biógrafo entre sus admiradores y asociados; su fama creció y se esparció en la siguiente generación, pero el nombre de Patricio no aparece hasta el segundo tercio del siglo séptimo y entonces es en la carta de Cummiano al abad Seghine de Iona, en relación con la introducción de la computación pascual de Dionisio (!), que le es atribuida. No es mencionado en todo el informe del sínodo de Whitby (664), aunque los argumentos eran históricos y los irlandeses se referían a las tradiciones de sus antecesores y a Columba (Beda, iii. 25). Beda debe haber estado bien informado sobre la Iglesia en el norte de Irlanda, siendo notorio su interés en los comienzos del cristianismo en las islas británicas; no obstante, no dice nada sobre Patricio en su Historia ecclesiastica. Parece imposible que pueda haber existido en el norte de Irlanda en el siglo séptimo una tradición de un fundador de la Iglesia irlandesa llamado Patricio.


Y no obstante es en el norte (en Armagh) donde la tradición (cuyo primer informe procede del sur) presenta a Patricio teniendo su sede y acabando sus días. (2) La tradición describe a la Iglesia irlandesa episcopal dependiente de la sede de Patricio en Armagh. Pero de hecho la Iglesia de Columba y de Finnian de Clonard, es decir, de finales del siglo quinto, es una iglesia monástica sin organización central y sin huellas de tal pasado, como la tradición presupone. Cuán intensamente se aferraron los irlandeses a las costumbres de sus antepasados se aprecia en Whitby; hicieron falta 400 años para transformar esta iglesia monástica de los siglos sexto y séptimo, incluso después de la aceptación teórica de una constitución episcopal. Si, entonces, la organización se cambió tan fundamentalmente en una generación, como debió ser si la tradición es correcta, se necesita una explicación, pero ninguna se presenta. (3) Hay buenas razones para creer que Irlanda no era totalmente pagana en 431. La isla es fácilmente accesible desde Gran Britania y el activo intercambio, particularmente entre el suroeste de Britania y el sureste de Irlanda, existió ya en los siglos tercero y cuarto.


Como se ha visto, hubo una Iglesia británica bien organizada en el siglo IV. Por tanto es natural asumir que el cristianismo fuera llevado a Irlanda desde Britania antes del tiempo asignado a Patricio y que la presuposición está corroborada por ciertas biografías de santos, particularmente las de Declan, Ailbe, Ibhar, Ciaran y Abban (ASB, July, v. 590-608; Sept, iv. 26-31; Apr, iii. 173; Mar, i. 389-399; Oct, xii. 270-293; cf. también Ussher, Antiquitates, edición de 1687, pp. 408 sqq.). En todas esas biografías figura Patricio como "arzobispo de Irlanda", pero esto se debe al tiempo de la redacción. Esos mismos hombres no sólo son contemporáneos de Patricio, sino contemporáneos más antiguos, independientes de él y reconocidos como apóstoles de sus distritos. Su localización es el sudeste, los territorios costeros de Wicklow, Wexford y Waterford y las regiones interiores de Kilkenny y Tipperary, donde los testimonios locales a su culto todavía sobreviven.


Se puede hallar evidencia añadida en el hecho de que las dos biografías de Patricio, mencionadas antes, limitan su actividad al norte. La leyenda de Patricio se originó en el sur y fue impuesta en el norte desde el tiempo de la carta de Cummian, siendo el propósito ganar a los irlandeses septentrionales a la conformidad con la Iglesia de Roma. Pero esto solo no explica el silencio de las biografías sobre el sur. Debe ser que, aunque los meridionales estarían dispuestos a reconocer a Patricio teóricamente como apóstol del norte con su sede en Armagh, esperando por tanto vencer el pilar de la parte opositora, el obispo-abad de Armagh, las tradiciones en el sur sobre los fundadores de los monasterios fueron demasiado bien conocidas para admitir una descripción de Patricio como apóstol del sur. Un tercer testimonio es el hecho de que Irlanda cuidó la memoria del heresiarca Pelagio y estuvo familiarizada con sus escritos (cf. Beda, ii. 19).


En los siglos séptimo, octavo y noveno la Iglesia irlandesa poseyó el comentario íntegro original de Pelagio (cuando ya había desaparecido en todas partes en el oeste) y sabía que Pelagio era el autor. Pelagio pudo haber sido un irlandés (cf. Jerónimo, en MPL, xxiv. 682a, 758b). Fue un sincero y profundo pensador y no adoptó ideas heréticas hasta que fue a Roma (c. 400). Su saber era grande y gratificaba naturalmente el orgullo de sus paisanos. Si vino de un monasterio de Irlanda sudoriental, es fácil entender cómo sus libros fueron llevados allí y cómo se preservaron.


Pero, independientemente de cuál haya sido la nacionalidad de Pelagio, su celebridad en Irlanda es incompatible con la leyenda de Patricio. El pelagianismo fue aniquilado en el territorio romano por Honorio y Zósimo en 418. En 429 Germán lo combatió fructíferamente en Britania. Si, por tanto, Irlanda era totalmente pagana en 431 y Patricio cristianizó el país y organizó su Iglesia, debe haber llevado el pelagianismo allí, lo que es, por supuesto, absurdo. Pero si el sur ya era cristiano en el primer cuarto del siglo IV, es bastante comprensible cómo el pelagianismo se abrió paso en la isla. (4) Los hechos lingüísticos demuestran que el cristianismo llegó a Irlanda desde Britania.


Las lenguas británica e irlandesa son celtas, pero ciertas diferencias de sonido se habían desarrollado en el siglo cuarto. Palabras eclesiásticas y otros préstamos, introducidos en irlandés del latín por la religión cristiana, muestran formas que difícilmente se explican si vienen directamente del latín, pero son bastante comprensibles si vienen por medio del británico (cf. Güterbock, Lateinische Lehnwörter im Irischen, pp. 91 sqq. Leipzig, 1882). Que Patricio era británico es cierto, pero se dice que había estudiado en el continente y sus asociados más estrechos son de origen romance (Vida Tripartita, ii. 273, 305). (5) Entre los escritos atribuidos al supuesto apóstol de Irlanda hay dos, la denominada "Confesión" y la "Epístola sobre Corotico", que son indudablemente auténticos.


Son obra de un hombre "inculto y rústico, en ninguna manera como el que en tiempos posteriores ensalzaron a las más altas alabanzas", o de uno que pudo haber fundado en el siglo quinto la Iglesia irlandesa, una Iglesia en la que desde el siglo sexto al noveno el saber cristiano y clásico estuvo unido como en ninguna otra parte en el oeste. La "Confesión" es la obra de un hombre que repasa una larga vida, quejándose de ingratitud, intentando defenderse de los reproches por haber tomado un llamamiento por encima de sus capacidades y amenazando con dar su espalda a Irlanda, porque reconoce el fracaso de su obra allí. No hace la más mínima mención de haber sido consagrado obispo ni de haber establecido una sola Iglesia en la isla. (6) Finalmente está la definitiva declaración de Próspero de Aquitania (Chron., anno 431) de que el papa Celestino "ordenó a Paladio y le envió como su primer obispo a los creyentes irlandeses en Cristo." Próspero estuvo probablemente en Roma en 431 y publicó la primera edición de su "Crónica" que contiene la declaración citada, en 433. Por tanto aquí hay un registro, tan cierto y creíble como pueda ser, que confirma la suposición de que los irlandeses, en parte en algún grado, ya eran cristianos en 431.


El significado de la expresión de Próspero, "Primer Obispo", está claro, al tener en mente la organización de la Iglesia irlandesa. Paladio fue el primer obispo canónicamente ordenado según la idea de Próspero, en distinción a los obispos misioneros y monásticos de la Iglesia irlandesa durante el siglo quinto. En su posterior Liber contra collatorem (escrito probablemente hacia 437), en el curso de una efusiva eulogía de Celestino, Próspero señala que "mientras que él [Celestino] se propuso mantener a la isla romana [Britania] católica, también hizo a la isla bárbara (Irlanda) cristiana". Pero una declaración retórica de esta clase no empaña el valor de la cuidadosa mención en la "Crónica." Más aún, la suposición de que Celestino ordenó a un simple diácono, pues tal era Paladio hasta 431, como obispo de una tierra considerada totalmente pagana es en sí misma insostenible. No era costumbre consagrar "obispos" para tierras donde no hubiera cristianos. Agustín fue enviado por Gregorio para predicar a los anglos, pero no fue consagrado hasta que hubo ganado convertidos entre ellos.


El Paladio de Próspero es el mismo que Patricio: Antes de intentar reconstruir la historia antigua del cristianismo en Irlanda, ha de hacerse notar que el Patricio histórico y el Paladio de Próspero son el mismo. Se pueden aducir varias razones: (1) Paladio fue desde Roma a los cristianos irlandeses en 431; Patricio aparece en Irlanda en 432. En vista de las dificultades del viaje en ese tiempo, es difícilmente concebible que dos personas diferentes fueran enviadas a Irlanda en el espacio de un año. (2) Paladio fue como obispo ordenado de los cristianos irlandeses; Patricio (en la primera frase de la "Epístola") se denomina a sí mismo con énfasis el obispo designado para Irlanda. (3) Paladio es primero mencionado por Próspero en el año 429 instigando la misión de Germán contra el pelagianismo, de lo que se puede inferir que Paladio era británico y permaneció en relaciones íntimas con Germán. Esto es verdad de Patricio, según su propio testimonio y declaraciones de las biografías ("Confesión," ii. 309, ll. 1-4; Vida Tripartita, ii. 370, ll. 9-14). (4) Si Paladio era británico, su nombre romanizado, según la costumbre general del tiempo, debía ser traducido a su equivalente nativo.


De ahí que tomara el significado de "guerrero" o "el que hace la guerra." El nombre británico de Patricio era Sucat (Muirchu, Vida Tripartita, ii. 494, l. 6; Tirechan, ibid. 302, l. 5; Himno de Fiacc, ibid. 404-405), compuesto de su, "bueno" y cat, "guerra", una palabra todavía en uso en galés moderno en la forma hygad, que significa "belicoso."


Si, como es natural, retomó su nombre nativo al llegar e Irlanda y el nombre Paladio fue primero conocido allí por la obra de Próspero, es fácil entender cómo surge la idea de dos personas. En cuanto al nombre Patricio, no es improbable que lo asumiera Sucat-Paladio. Él estaba parcialmente orgulloso de su supuesta sangre aristocrática (cf. sus palabras, ii. 316, ll. 15-17; 306, ll. 26-27; Vida Tripartita, ii. 377, ll. 19-22; 368, ll. 1-2), que, sin embargo, no era tan distinguida como él dio a entender. En Roma en ese tiempo el título Patricius era a veces otorgado a altos oficiales del imperio para indicar rango. El de alguna manera estrecho de mente Sucat, aplicando las condiciones romanas a la pequeña localidad británica de Bannaventa, donde su padre había sido senador, pudo haber tomado para sí el título Patricius. Si este nombre entró en la lengua irlandesa del siglo quinto, según las leyes lingüísticas, aparecería en irlandés del siglo séptimo como Cathrige o Cothrige, siendo un hecho que varias fuentes (Tirechan, Himno de Fiacc y otras) señalan que Patricio era también llamado Cothrige.


Verdadero origen de la Iglesia irlandesa: Como resultado de los argumentos anteriormente señalados, el origen e historia antigua de la Iglesia celta en Irlanda parece ser el siguiente: El cristianismo fue llevado a Irlanda desde Britania durante el siglo cuarto, como resultado natural de la estrecha comunicación entre el sudoeste de Britania y el sudeste de Irlanda. La auténtica fundación de la Iglesia, que se extendía sobre grandes partes de la isla, debe estimarse como resultado de esa primera gran ola de monasticismo que barrió la Galia y Britania desde mediados del siglo cuarto y llevó a ciertos cristianos semi-romanizados britanos a Irlanda. Dos hechos confirman esta idea: (1) La gran reputación de Martín de Tours en Irlanda, tan grande que en el siglo IX se pensó que era deseable poner al nuevo apóstol, Patricio, en estrecha relación con Martín, siendo incluso contado como sobrino de éste. (2) La diferencia entre la organización de la Iglesia irlandesa y la británica de la cual surge.


No se puede certificar cuán rápido y cuánto se difundió el cristianismo, pero parece seguro decir que la costa nororiental era cristiana hacia el año 400. Es notable que Patricio, en otros pasajes de la "Confesión" donde habla de sus seis años de cautividad en el norte de Irlanda, no sugiere ni por una sola palabra que los irlandeses con los que el vivió fueran paganos. Esto es notable, ya que estimó con horror el paganismo de los piratas en cuyas manos cayó cuando escapó. Sin duda los sajones expulsaron a un número de cristianos britanos a Irlanda, así como a la costa de Armórica en la Galia, durante el siglo quinto.


Patricio. Un británico llamado Sucat desempeñó una parte prominente en la Iglesia irlandesa durante el segundo tercio del siglo quinto. El siguiente bosquejo de su vida se basa sobre sus propias declaraciones en la "Confesión" y las noticias de Próspero, interpretadas como se ha hecho antes. Nació hacia el año 386 en la localidad de Bannaventa en Britania central, probablemente cerca de la actual Daventry en Northamptonshire. Su familia poseía algo de riqueza y habían sido cristianos por generaciones. Él llevó una vida mundana fácil hasta la edad de 16 años (402), cuando fue hecho cautivo por irlandeses que le llevaron como esclavo al norte de Irlanda. Durante seis años (402-408) fue porquero. La reflexión y las nuevas circunstancias hicieron de él un nuevo hombre. Practicó la austeridad, tuvo visiones y oyó voces que le aconsejaban fugarse. Llegó a la costa donde encontró paganos (sin duda sajones), que le llevaron a Britania, llegando a su hogar en 408 o 409. Allí fue hecho diácono. Sus visiones continuaron, convenciéndose de que sería obispo de Irlanda. En su lugar natal, donde fue valorado como un entusiasta, de mente estrecha y educación defectiva, se levantaron obstáculos para su consagración.


Sus padres y amigos se oponían. Por lo tanto dejó su hogar a la edad de 38 años (c. 424) y siguió la antigua vía pasando por Auxerre (donde se quedó algún tiempo con Germán), luego por el valle del Ródano, camino de Arlés, a lo largo de la costa de Provenza, por la Italia superior, hasta llegar a Roma. Si se le da crédito a Ultan (Tirechan, Vida Tripartita, ii. 302, ll. 19-23), pasó siete años deambulando por la Galia e Italia. Su nombre bárbaro fue latinizado a Paladio. En Roma obtuvo influencia ya que durante 20 años Britania había quedado separada del imperio y la relación entre la Iglesia británica y Roma había sido difícil. Tal vez exageró también la posición e influencia de su familia en los círculos dirigentes eclesiásticos. En 429 tuvo un papel decisivo en el envío de Germán de Auxerre a Britania y en 431 logró el deseo de su corazón, siendo consagrado obispo para Irlanda. Llegó a Irlanda en 432, abandonó la traducción romana de su nombre y asumió en su lugar el título Patricaus.


No hay detalles confiables de su actividad en Irlanda. Pero nunca fue reconocido como su "obispo designado." En la carta a Corotico dice quejumbrosamente "aunque ahora soy despreciado por algunos" y en la "Confesión" escrita hacia el fin de su vida, se caracteriza como "el más despreciado de todos." Su muy limitada educación literaria puede haber sido el origen de la burla y escarnio de sus asociados más cultos.


Cuánto extendió sus esfuerzos misioneros en Connaught y el noroeste, donde tuvo oportunidad para tal obra, difícilmente se puede asegurar de la "Confesión", la única fuente de cierta autoridad. Sus palabras son las de un monje asceta para quien convertere ad deum es idéntico con "entrar a un monasterio", no pudiendo extraerse conclusiones definidas de sus declaraciones. Hay algunas indicaciones de los lugares donde el histórico Patricio vivió. Muirchu (Vida Tripartita, ii. 275, l. 13) dice que el legendario Patricio llegó a un puerto llamado Hostium Dee, cerca de la actual Wicklow. Como la tendencia de la leyenda demandaba que Patricio se estableciera en el norte tan pronto como fuera posible, es probable que esté preservado aquí un ejemplo de verdadera tradición. Muirchu era de Wicklow y usó la "Confesión" y "Epístola" de Sucat como fuente de su vida. Aed, a cuya solicitud escribió Muirchu, fue obispo de Sletty, cerca de Carlow. Cummian, quien fue el primero en mencionar al legendario Patricio, era también nativo del sur.


Por tanto, el sur de Irlanda poseyó el material dejado por el Patricio histórico (la Confessio y la Epistola), así como noticias de su vida. De ahí que es probable que Patricio se estableciera en alguna parte en Wicklow. Murió el 17 de marzo de 459, según la declaración en el calendario de Luxeuil y las entradas más confiables de los Anales. Prontoquedó en el olvido, salvo en el distrito de su actividad especial y aquí, en el siglo séptimo, bajo la influencia de una tendencia específica, fue recuperado y hecho apóstol de los irlandeses, como Agustín lo fue de los sajones y Columba de los pictos. No es posible decir decididamente por qué Patricio no menciona su consagración por el papa Celestino en la "Confesión." Pero ha de recordarse que durante 300 años el imperio romano fue una permanente amenaza para la libertad de los irlandeses. Sin duda estaban todavía vivos sentimientos enconados en 432, no distinguiendo los irlandeses entre la Roma temporal y la espiritual. Por tanto, si cuando Patricio llegó a Irlanda intentó influir en los cristianos irlandeses con esta ordenación de Celestino, debe haber descubierto su error. Con sus sentimientos e ideas religiosas, Patricio estimaría a Celestino meramente como instrumento de Dios, quien se le había aparecido en visiones y sueños y designado apóstol para los irlandeses, siendo natural que la casual y leve intervención del anciano que estaba al borde de la tumba, Celestino, palideciera ante la imagen del Dios Todopoderoso, cuyo escogido era Patricio.


En Britania septentrional (Alba). Por declaraciones de Beda (iii. 4) sabemos que un británico llamado Ninian fundó un monasterio en la península de Wigtown en el extremo sudoccidental de Escocia el año 400 y de ahí difundió el cristianismo entre los pictos. Las huellas de la joven fe parecen haber sido destruidas en la confusión que surgió en Britania septentrional a principios del siglo quinto. En dos pasajes de sus cartas a Corotico, Patricio con evidente ira llama a los pictos "apóstatas". Corotico fue probablemente rey de los britanos strathclydes y ya que Patricio no reprocha a los irlandeses (scotti), que vivían en el noroeste, de paganismo, puede ser que ellos también, como sus compatriotas en la costa opuesta de Antrim, fueran cristianos.


Desarrollo y madurez plena, 500-800. En Britania. La Iglesia en Gales: La Iglesia británica reaparece en Gales en el segundo tercio del siglo sexto y es la continuación directa de la Iglesia del siglo cuarto. Que ésta consistía principalmente de residentes romanos de las ciudades, mientras que los britanos en el campo permanecían siendo paganos y que la Iglesia celta surgió primero tras la retirada de los romanos, es una opinión basada en un conocimiento defectuoso de las condiciones en la Britania romana y post-romana y es negada por el hecho de que los misioneros cristianos a Irlanda en el siglo cuarto y los cristianos que se establecieron en Armórica en el quinto hablaban britónico, es decir, eran britanos nativos, no ocupantes romanos del país. Sin embargo, la organización externa del siglo sexto no es un desarrollo ininterrumpido del cuarto.


Cuando los britanos huyeron ante los sajones a las escasamente pobladas regiones altas del oeste, no encontraron ciudades que les sirvieran como centros de organización eclesiástica. Pero el monasticismo, que había florecido en Britania desde finales del siglo cuarto, creó pronto nuevos centros. Se formaron diócesis, cada una basada en el monasterio de un clan y comprendiendo el territorio perteneciente al clan. A su tiempo se combinaron en organismos más grandes y durante el siglo séptimo la organización eclesiástica de Gales fue definitivamente fijada por la constitución de cuatro obispados, correspondiéndose con las cuatro divisiones políticas, esto es:


Bangor en Menai Straits en Gwynedd; St. Asaph en el noroeste en Powys; Menevia (St. David) en el suroeste en Dyfed y Llandaff en el sudeste en Gwent. Eran independientes entre sí y basados en los principales monasterios de los territorios nombrados. El abad y el obispo era generalmente la misma persona. Según los Annales Cambriæ, los fundadores de los cuatro obispados murieron en 584 (Daniel de Bangor), 601 (David de Menevia) y 612 (Dubricius de Llandaff y Kentigern de St. Asaph).


Agustín de Canterbury predicando a Etelberto. Por James Doyle


Las primera noticias sobre él son de cuando era præpositus (prior) del monasterio de San Andrés, fundado por Gregorio Magno en Roma, siendo enviado por el mismo Gregorio en el año 596 como jefe de un grupo de cuarenta monjes que tenían la misión de predicar a los anglo-sajones. Pero por miedo tomaron la decisión de regresar a Roma cuando estaban de camino en Provenza, pidiendo que la misión fuera anulada. Sin embargo, Gregorio les animó a retomar el desafío, llegando a la isla de Thanet en el año 597. Allí se encontraron con la ayuda de Berta, la hija de Chariberto de París y esposa de Etelberto, rey de Kent, quien era cristiana, permitiéndoles adorar a Dios según su doctrina. El rey permitió que los misioneros se establecieran y predicaran en su ciudad de Canterbury, convirtiéndose Etelberto antes de que terminara el año y siendo consagrado Agustín obispo en Arlés. En Navidad de ese año unos diez mil súbditos del rey fueron bautizados. Agustín envió un informe a Roma de su éxito. En el año 601 Melito y otros trajeron la respuesta de Gregorio a Agustín, junto con el palio y una donación de vasos sagrados, vestiduras, reliquias y libros.


Gregorio mandaba al nuevo arzobispo que ordenara tan pronto como fuera posible doce obispossufragáneos y enviara un obispo a York, quien debía tener a su vez también doce obispos sufragáneos; un plan que no fue llevado a cabo ni tampoco la idea de establecer el primado en Londres, como Gregorio quería. El mandato del papa de transformar los templos paganos al servicio cristiano se hizo efectivo, reconstruyendo Agustín una antigua iglesia en Canterbury como catedral y fundando un monasterio en relación con ella. También restauró una iglesia y fundó el monasterio de San Pedro y San Pablo fuera de los muros de la ciudad. Su intento de efectuar una unión con la antigua Iglesia Británica en Gales no tuvo éxito.


En el siguiente pasaje de Beda se describe la llegada de Agustín entre los anglosajones:


Tranquilizados por el ánimo del santo padre Gregorio, Agustín con sus compañeros siervos de Cristo reanudó su trabajo en la palabra de Dios, y llegó a Bretaña. En ese tiempo el más poderoso rey era Etelberto, quien reinaba en Kent y cuyos dominios se extendían hacia el norte hasta el río Humber, el cual forma la frontera entre los anglos del norte y del sur. Al este de Kent se encuentra la gran isla de Tanatos, la cual por el cálculo inglés tiene seiscientas «familias» de extensión; está separada de tierra firme por un canal de aproximadamente tres estadios de anchura, llamado Uautsumu, el cual se une al mar en cada extremo y es vadeable sólo en dos lugares.


Fue aquí donde el siervo de Dios Agustín desembarcó con sus compañeros, de los que se dice haber sido cuarenta en número. Por indicación del santo papa Gregorio, ellos habían traído intérpretes de entre los francos, y los enviaron a Etelberto, diciendo que venían de Roma portando noticias muy gozosas, las cuales infaliblemente asegurarían a todo el que las recibiese eterno gozo en el cielo y un perpetuo reino con el Dios vivo y verdadero. Al recibir este mensaje, el rey les ordenó que permaneciesen en la isla donde habían desembarcado, y dio indicaciones de que fuesen provistos con todo lo necesario hasta que tomase una decisión.


Pues él ya había oído hablar del cristianismo, pues tenía una esposa cristiana de la casa real franca llamada Berta, a la que había recibido de sus padres a condición de que ella tuviese libertad para mantener y practicar su fe sin ser molestada, con el obispo Liudardo, a quien ellos habían enviado como su asistente en la fe.


Después de algunos días el rey vino a la isla y, sentándose al aire libre, convocó a Agustín y sus compañeros a una audiencia. Pero tomó precauciones para que no se aproximasen a él en una casa; porque tenía una antigua superstición de que, si ellos fuesen practicantes de artes mágicas, podrían tener la oportunidad de engañarlo y dominarlo.


Pero los monjes estaban investidos con el poder de Dios, no del diablo, y se aproximaron al rey portando una cruz de plata como estandarte y la imagen de nuestro Señor y Salvador pintada sobre una tabla. En primer lugar, ofrecieron oraciones a Dios, cantando una letanía por la eterna salvación tanto de ellos mismos como de aquellos a quienes, y por cuya consideración, habían venido. Y cuando, a la orden del rey, se hubieron sentado y predicado la palabra de vida al rey y su corte, el rey dijo: «Vuestras palabras y promesas son realmente bellas; pero son nuevas e inciertas, y yo no puedo aceptarlas y abandonar las ideas antiguas que yo he compartido con todo el pueblo inglés. Pero como vosotros habéis viajado desde lejos, y puedo ver que sois sinceros en vuestro deseo de impartirnos lo que creéis ser verdadero y excelente, nosotros no os haremos daño. Os recibiremos hospitalariamente y cuidaremos de suministraros todo lo que necesitéis; tampoco os prohibiremos que prediquéis y os ganéis a toda la gente que podáis para vuestra religión».


El rey entonces les concedió una vivienda en la ciudad de Canterbury, que era la ciudad principal de sus dominios, y de acuerdo con sus promesas les proporcionó provisiones y no les retiró su libertad de predicar. Ellos practicaban lo que predicaban, y estaban dispuestos a soportar cualquier adversidad, incluso a morir por la verdad que ellos proclamaban. Sin transcurrir mucho tiempo un número de paganos, admirando la simplicidad de sus santas vidas y el consuelo de su mensaje celestial, creyeron y fueron bautizados. Al este de la ciudad se levantaba una vieja iglesia, construida en honor de San Martín durante la ocupación romana de Bretaña, donde la reina cristiana de la que yo he hablado iba a rezar. Aquí se reunían al principio a cantar los salmos, rezar, decir misa, predicar y bautizar, hasta que la propia conversión del rey a la fe les dio mayor libertad de predicar, construir y reparar iglesias por todas partes.' (Beda el Venerable, Historia ecclesiastica gentis Anglorum 1,25-26).


La Iglesia Británica y Agustín. El resultado de la misión de Gregorio a los sajones iba a intensificar y perpetuar el aislamiento del que la Iglesia británica ya sufría. Se celebraron dos conferencias entre sus representantes y Agustín (602 o 603), pero los britanos rechazaron la propuesta del misionero romano y rechazaron tenerle por arzobispo (Beda, ii. 2). Tal vez la torpeza de Agustín puede haber contribuido al resultado, pues se dice que ofendió a los britanos al no levantarse para saludarlos, sino que se ofreció para supervisar todas las otras diferencias si los britanos por su parte aceptaban la computación romana de la Pascua, removían las divergencias de la práctica romana en el rito bautismal y se unían con él en la predicación del evangelio a los sajones. La tercera exigencia fue probablemente el principal obstáculo, no efectuándose la unión porque los britanos estimaron al misionero como un representante de sus odiados enemigos. En este desencuentro se dice que Agustín amenazó a los obstinados celtas con la muerte a manos de los ingleses si no les predicaban el camino de vida. Ocho años, o tal vez doce, después de la muerte de Agustín, Ethelfrid, el rey pagano de Northumbria, masacró un gran número de sacerdotes britanos y a los monjes de Bangor en Chester, cumpliendo de esta manera la profecía.


Cuando la Iglesia irlandesa meridional se conformó a Roma, en 630, la Iglesia galesa quedó amputada de ambos lados, siendo este aislamiento fatal para su cultura espiritual. Su representante más eminente en el siglo sexto es Gildas y tras él no hay nadie de mayor mérito literario que Nennio hasta finales del siglo octavo. Según los Annales Cambriæ, Elbodug, obispo de Bangor, adoptó la computación romana de la Pascua en 768; la Crónica de los Príncipe de Gales la fecha en 755 y dice que el sur de Gales la siguió en 777. Pero lo oposición no cesó en ese tiempo, pues la misma fuente dice que cuando Elbodug murió en 809 "surgió una gran controversia por la Pascua."


En Irlanda y norte de Britania. La Iglesia irlandesa no revivida desde Gales en el siglo sexto... Las fuentes más antiguas nativas y extranjeras muestran una Iglesia floreciente en Irlanda en el siglo sexto. Su tipo es el de una Iglesia misionera, fundada no sólo en los trabajos de un solo hombre, sino creciendo, sin organización central, en una tierra dividida entre muchos clanes, por la constante actividad de un monasticismo misionero. Es el desarrollo natural de la semilla sembrada en Irlanda sudoriental por los misioneros britanos desde mediados del siglo cuarto, naciendo y creciendo sin ser perturbada por influencias externas. Esta idea es bastante diferente de la prevaleciente, que asume, por otro lado, un colapso completo de la Iglesia irlandesa a finales del siglo quinto y, por otro, un avivamiento en el sexto debido a la influencia de la Iglesia galesa y particularmente de hombres tales como Gildas, Cadoc y David.


Un colapso hacia el año 500 es inexplicable y sólo se asume porque es necesario para la leyenda de Patricio y la hipótesis de un avivamiento desde Britania en el siglo sexto. Esta hipótesis descansa sobre: (1) Declaraciones sobre la actividad de Gildas en Irlanda, hechas en su biografía escrita en Ruys en Britania en el siglo XI; (2) la idea de la Iglesia irlandesa de los siglos quinto y sexto encontrada en el Catalogus sanctorum Hiberniæ del siglo octavo y (3) notas de ciertas biografías de santos [tales como las de Disibod], ciertamente no más antiguas del siglo XI o XII.


En el documento Catalogus sanctorum Hiberniæ está la fuente de la división familiar de los santos irlandeses en tres "órdenes." Señala que el primer orden perteneció al tiempo de Patricio. Fueron todos obispos, 350 en número, fundadores de iglesias, tenían una cabeza, Cristo, y un señor, Patricio; observaban una misa, una celebración y una tonsura de oreja a oreja; guardaban una Pascua y el decimocuarto día de la luna tras el equinoccio de primavera y lo que era excomulgado por una iglesia todas lo excomulgaban. No rechazaban los servicios y compañía de mujeres, porque, fundados en la roca que es Cristo, no temían el ataque de la tentación. Esta orden duró cuatro reinados y sus miembros fueron todos obispos, de los romanos, francos, britanos e irlandeses (scotti).


En el segundo orden los obispos son pocos y los presbíteros muchos, 300 en número. Tenían una cabeza, nuestro Señor, celebraban misas diferentes y tenía reglas diferentes, pero su Pascua y tonsura eran como las del primer orden. Rechazaban los servicios de mujeres, separándolas de los monasterios. Duraron a través de cuatro reinados y recibieron una misa del obispo David y de Gildas y Docus, los britanos. Los miembros del tercer orden eran presbíteros santos y unos pocos obispos, 100 en total. Moraban en lugares solitarios y vivían de hierbas, agua y limosnas, rechazando la propiedad privada. Sus normas, misas, tonsura y Pascua eran todas diferentes y vivieron durante cuatro reinados. El primer orden era sanctissimus; el segundo, sanctus sanctorum; el tercero, sanctus. Eran como el sol, la luna y el atardecer. Esos tres órdenes fueron vislumbrados por Patricio en una visión de lo alto.


Columba, por J. R. Skelton. Por otro lado una mera enumeración de fechas muestra que la Iglesia irlandesa no necesitaba un avivamiento. Finnian de Clonard, el padre de los "doce apóstoles de Irlanda" murió en 548. Columba fundó el monasterio de Derry hacia 546 y el de Durrow antes de 560. Ciaran fundó Clonmacnoise en 541 y murió en 548. Comgall fundó Bangor en Ulster en 554 o 558. Brendan fundó Clonfert en Longford en 552. En 563 Columba fue a Iona. La autoridad de un monje de Ruys del siglo XI no se puede poner por encima de tal evidencia. Ni puede la declaración de autores ignorantes de biografías de santos, que confunden siglos diferentes, proporcionar la base para una construcción histórica en variación con todas las fechas fijadas. No hay evidencia de influencia británica en Irlanda, aparte de la visita de Gildas en 566 (cf. Mommsen, Chronica minora, iii. 6, ll. 3-23). La Iglesia de Gildas, Cadoc y David era episcopal; si esos hombres, y otros como ellos, revivieron la agonizante Iglesia episcopal irlandesa ¿por qué sustituyeron otra totalmente monástica sin huella de carácter episcopal? Más aún, la Iglesia en Britania en ese tiempo no estaba en condición de infundir vida fresca a la Iglesia irlandesa.


En la perturbación del siglo quinto había perdido toda organización y Gildas mismo describe el triste cuadro del estado de cosas en Britania antes de 547. Sin embargo, Irlanda no sufrió los ataques bárbaros y su Iglesia fue capaz de desarrollarse sin perturbación. De ahí que la suposición natural es que en ese tiempo la Iglesia irlandesa era la dadora y la Iglesia británica la receptora. Y sabemos que en el mismo comienzo del siglo sexto los clérigos irlandeses fueron al sudoeste de Bretaña y a Britania, dando y esparciendo el conocimiento, no recibiéndolo. La fundación de nuevos monasterios en Irlanda por Finnian de Clonard y hombres estimados como sus discípulos entre 520 y 560 no puede considerarse una restauración o reforma de la Iglesia irlandesa.


Ya había un gran número de antiguos monasterios, tales como Emly en Munster y Armagh en Ulster, que durante siglos desempeñaron un papel más grande en la vida de la Iglesia irlandesa que cualquiera de las nuevas fundaciones. Finnian era una especie de Benito de Nursia irlandés; estableció su nueva casa en Clonard junto a las instituciones más antiguas, que eran más estaciones misioneras que monasterios, con normas más estrictas y por la influencia sobre Comgall y Columba se convirtió en el modelo de los monasterios irlandeses en Britania septentrional y el continente.


Saber de los monjes irlandeses. La Iglesia irlandesa de los siglos sexto, séptimo y octavo, por tanto, fue el desarrollo natural de la Iglesia de los siglos cuarto y quinto, sin interferencia del exterior. Esta libertad explica el alto nivel de saber mantenido por los monasterios irlandeses hasta el siglo noveno. Ellos guardaron el conocimiento y la cultura recibida con el cristianismo y lo conservaron en un tiempo cuando por todas partes, en Britania, Galia e Italia, las hordas bárbaras casi la destruyeron. La erudición de los monjes irlandeses en el siglo sexto, seguramente no derivada de una Iglesia cuyo erudito más grande fue Gildas, sobrepasó en conjunto a los de Italia.


El griego era estudiado en Bangor cuando Gregorio Magno probablemente no tenía conocimiento de la lengua. En el siglo séptimo Aldhelmo, escribiendo a un joven amigo que regresaba de las escuelas irlandesas, admite a regañadientes la superioridad de la erudición irlandesa. En el siglo octavo Beda habla con admiración del saber irlandés (iii. 7, 27).


Viajes y trabajos misioneros. Además de su celo por el saber, un destacado empuje itinerante caracterizó a los monjes irlandeses. A solas o en grupos salieron de las grandes colonias de monjes, pues eso eran realmente los monasterios, para buscar una forma de vida ermitaña. Al principio se contentaron con las islas de sus propios lagos y ríos; luego acometieron las muchas islas de la costa irlandesa; después las Hébridas, Orcadas y Shetland y antes de 800 habían alcanzado Islandia. En el mismo tiempo otros fueron a Britania, donde muchas inscripciones cristianas de los siglos quinto, sexto y séptimo con nombres irlandeses y escritas en ogham testifican de su presencia al norte y el sur del estuario del Severn, y hasta Britania y luego por la tierra de los francos hasta los Alpes, cruzándolos hasta Bobbio (tal vez Tarento), siendo la frontera meridional, como Islandia fue la septentrional de sus viajes. Su propósito primario no era la obra misionera, sino que las circunstancias les hicieron misioneros y maestros de los pueblos entre los cuales se establecieron para llevar una vida contemplativa.


Reinos anglo-sajones antiguos. Britania septentrional cristianizada: El logro mayor de la iglesia irlandesa y sus monjes en los siglos sexto y séptimo, la cristianización de Britania septentrional, debe ser contemplado desde el mismo punto de vista. Con doce compañeros Columba dejó Irlanda en 563, "deseando ir al exilio por Cristo" (Vida de Columba, de Adamnan, p. 9). Se establecieron en la pequeña isla de Iona (Eo, Io, Hi), perteneciente al Estado septentrional irlandés (cristiano) de los clyde, acometieron obra misionera entre los paganos pictos de las inmediaciones y rápidamente la extendieron, por lo que cuando Columba murió (597), el territorio al norte de Glasgow y Edimburgo, así como las islas occidentales, estaba salpicado de monasterios, cuyos internos procuraban el bienestar espiritual de la población vecina, dependientes todos ellos de la casa madre en Iona. Una generación más tarde Oswald, rey de Northumbria, que había sido convertido al cristianismo durante un exilio de 17 años en Irlanda, solicitó al sucesor de Columba misioneros que introdujeran el cristianismo en su reino. Fue enviado Aidan (635) y bajo su dirección y la de sus sucesores.


Finan (652-661) y Colman (661-664), con el inapreciable apoyo de Oswald y su hermano Oswy, el evangelio hizo rápidos y espléndidos progresos. Se fundaron monasterios, tales como Mailros (Old Melrose) por Aidan, el primer claustro de mujeres por Heiu en Hartlepool, el doble monasterio para hombres y mujeres en Coldingham por la hermanastra de Oswald, Ebba, el monasterio en Whitby por Hilda, y otros. El cristianismo y la Iglesia irlandesa alcanzaron a los anglos que vivían al sur.


Relaciones con Roma. Este floreciente estado de la Iglesia irlandesa fue perturbado por la misión romana a los sajones en 597. Igual que la Iglesia británica, la de Irlanda difería en algunos aspectos de la Iglesia de Roma en el tiempo de Gregorio Magno, siendo las diferencias más importantes la forma de tonsura y el método de computar la Pascua. El 604 el sucesor de Agustín, Lorenzo, con sus compañeros obispos, Melito y Justo, envió una carta a Irlanda exhortando a la conformidad con el uso romano, pero sin éxito (Beda, ii. 4). Una facción favorable a la conformidad surgió gradualmente por la visita de clérigos irlandeses a Galia y Roma y parcialmente tal vez por influencia de la Iglesia anglo-romana, pero en 627 era todavía minoritaria, pues la exhortación del papa Honorio I en 628 para conformarse fue de nuevo infructífera (Beda, ii. 19).


Honorio entonces excomulgó a Irlanda (carta de Cummian, 977, ll. 5-6) y en 629 el sudeste generalmente observó la fecha. Otras opiniones occidentales titubearon, pero en 630 los abades se reunieron en un sínodo en Mag Lena cerca de Tullamore y decidieron celebrar la Pascua al año siguiente con la Iglesia de Roma. Sin embargo, la oposición hizo necesaria otra reunión y la facción romana fracasó en obtener una victoria decisiva. Enviaron una embajada a Roma, que regresó en 633. Por la influencia de esta embajada y la muerte (636) de Fintan, el abad de Taghmon, líder de la oposición, la facción romana finalmente prevaleció en el sur. El norte se resistió obstinadamente durante 60 años más.


La carta de Cummian a Seghine, abad de Iona (634), y una carta del papa Juan IV (parcialmente preservada por Beda, ii. 19) en 640 a los abades prominentes del norte fueron inútiles. Los detalles de la batalla no se conocen, pero se puede asumir que la leyenda de Patricio no fue menos importante que los expedientes a los que se echó mano para trabajar sobre los irlandeses septentrionales.


La leyenda de Patricio. Era natural para los irlandeses buscar un apóstol que fuera para ellos lo que Columba fue para los pictos y Agustín para los sajones. En las inmediaciones de Wicklow se recordó que un cierto Patricius se denominó a sí mismo "obispo nombrado de Irlanda." ¿Es irrazonable asumir que hacia 625 se llegara a creer en el sudeste que el apóstol deseado era este hombre? La escasa biografía de Patricio fue rellenada por analogía con la de Columba y Agustín. Se supuso que todos los irlandeses habían sido paganos en 432 como los pictos lo habían sido en 563 y los sajones en 597. Patricio convirtió el país en breve plazo, estableció la Iglesia cristiana y obtuvo el favor del rey Laeghaire, como Columba había tenido el de Brude y Agustín el de Etelberto de Kent. Esta leyenda fue inmediatamente utilizada, si no inventada, por la facción romana, como se evidencia porque la primera mención a la misma está en la carta de Cummian. Él atribuye a Patricio la introducción del ciclo de Dionisio en Irlanda, aunque no fue introducido en Roma hasta el siglo VI (col. 975c).


Conformidad al uso romano. La leyenda también fue útil para ganar al obispo de Armagh. Como supuesto sucesor de Patricio fue reconocido en el sur como metropolitano (cf. Vida Tripartita, ii. 346, ll. 21-24). Sin embargo, las pretensiones de Armagh encontraron violenta oposición en los siglos octavo y noveno tanto en Connaught como en Munster. Northumbria se conformó a Roma tras el sínodo de Whitby en 664, tras el regreso del irlandés a su tierra nativa. Adamnan, noveno abad de Iona (679-704), fue convencido para que se sometiera mientras visitaba la corte de Aldfrid en Northumbria en 686 o 687-688, pero fue incapaz de controlar a los abades de los monasterios dependientes o a sus propios monjes en Iona cuando regresó (Beda, v. 15). Entonces fue a Irlanda del norte y con un anglo, Egberto, dirigió los esfuerzos para ganar a la facción irlandesa. El obispo de Armagh se sometió en 697. Los monasterios de Columba continuaron resistiendo.


En 713 Naiton, rey de los pictos, reclutó los servicios de Ceolfrido, distinguido abad de Wearmouth y Jarrow; éste escribió una larga carta sobre la cuestión de la Pascua, que Naiton envió en copia a todos los clérigos en sus dominios para que la obedecieran (Beda, v. 21). Los que continuaron recalcitrantes fueron expulsados del país en 717. En 716 Egberto persuadió a los abades y monjes de Iona a celebrar la Pascua en la fecha romana. Sin embargo, su cumplimiento llegó demasiado tarde para salvar la posición de Iona como centro de una gran iglesia monástica. Fue reducida a mero monasterio con unas pocas casas afiliadas en la costa occidental de Britania septentrional y pertenecientes al estado irlandés. Por otro lado, Armagh sometiéndose a tiempo y haciendo un hábil uso de la leyenda de Patricio había preparado el camino para convertirse en cabeza de una Iglesia episcopal que abarcaba toda Irlanda.


Asimilación completa a la Iglesia romana, 800-1200. En Gales: La Iglesia en Gales, habiendo sido episcopal desde el principio, difería de la Iglesia de Roma sólo en puntos subordinados una vez que se hubo conformado respecto a la Pascua y la tonsura. Las condiciones políticas apresuraron su asimilación completa a la Iglesia romana-sajona. Desde el tiempo de Egberto de Essex († 836) los débiles jefes daneses procuraron la protección de los reyes ingleses contra sus más poderosos paisanos. Los ataques de los escandinavos, que desde 853 en adelante se dejaron sentir más y más severamente en Gales, también promovieron sentimientos amistosos y relaciones entre las dos naciones.


Que la cultura de su clero era más elevada una vez que el aislamiento de la Iglesia galesa se terminó es evidente por la designación y posición de Asser, un sobrino del obispo Novis de Menevia, como maestro, consejero y amigo de Alfredo. A finales del siglo X y comienzos del XI la consagración de los obispos de Llandaff por el arzobispo de Canterbury parece haber sido la norma, habiendo alguna razón para creer que un obispo anterior, Cyfeiliawc († 927), fue consagrado así. Los arzobispos anglo-normandos Lanfranco (1070-89) y Anselmo (1093-1109) repetidamente interfirieron en asuntos galeses como si éstos estuvieran legalmente bajo el primado de Inglaterra. Las disputas sobre los límites de las diócesis danesas de St. David y Llandaff y la diócesis inglesa de Hereford entre 1119 y 1133 fueron llevadas a Roma.


Hacia ese tiempo el obispo de St. David comenzó a hacer afirmaciones de rango metropolitano. Tras 1187, cuando el arzobispo Balduino de Canterbury como legado papal realizó una visitación en partes de Gales y predicó la cruzada, la iglesia danesa puede ser estimada como parte de la Iglesia inglesa, aunque hasta 1284 el obispo de St. David protestó formalmente contra la visitación del arzobispo Peckham de Canterbury. La tradición galesa y la rapidez con la que el movimiento lolardo del siglo XIV se difundió entre el pueblo de habla inglesa en la frontera de Gales favorece la teoría de que la antigua forma británica de cristianismo persistía en Gales durante la Edad Media, junto con el catolicismo establecido. El carácter montañoso del país y el carácter de la lengua, que los ingleses raramente adquirieron, era favorable a la perpetuación de la disidencia evangélica.


En Irlanda. Incursiones de los vikingos. Un bosquejo sistemático del desarrollo de la rama irlandesa de la Iglesia celta en este periodo no es todavía posible debido al carácter defectuoso de las investigaciones especiales. Un factor que merece más atención que el que comúnmente ha recibido es la influencia de las incursiones y establecimientos de los vikingos. Ese período, que comienza en 795 y duró más de 150 años, produjo indescriptible daño a toda Britania y particularmente a los cristianos irlandeses. Las iglesias y monasterios, que eran centros de civilización y de religión cristiana, fueron objetivos de destrucción por los paganos noruegos y daneses. Ciertos monasterios irlandeses (tales como Iona, Bangor en Ulster y muchos otros) quedaron expuestos a la rapiña de los piratas.


Los ríos les daban un fácil acceso al corazón del país, tanto desde la costa oriental como de la occidental. Las estructuras de madera de los monasterios fueron presa fácil de las llamas, pereciendo en las mismas libros y monjes. Si algunos manuscritos escapaban del fuego eran arrojados al agua. Un estado vikingo pagano en Armagh entre 832 y 845 obligó al abad-obispo, Forindan, a huir a Munster. Al mismo tiempo, los paganos noruegos se establecieron en el interior, pero fueron finalmente o bien expulsados o bien absorbidos por la población nativa, haciéndose cristianos. Sin embargo, en 852 un reino vikingo fue establecido en Dublín, permaneciendo pagano y asolando Irlanda y todas las costas del mar de Irlanda durante más de un siglo.


Monjes irlandeses en el continente...


Bajo tales condiciones no es sorprendente que el éxodo de monjes irlandeses al continente continuara y creciera desde el año 800 en adelante. En el siglo noveno hubo profesores en las escuelas monásticas por todas partes en la tierra de los franco, en St. Denis, Pavía y el alto y bajo Rin, esparciendo la reputación del saber irlandés, hasta el punto de que se podía decir que cualquiera que sabía griego en el continente en los días de Carlos Calvo era irlandés o lo había aprendido de un irlandés (cf. H. Zimmer, Ueber die Bedeutung des irischen Elements für mittelalterliche Kultur, in Preussische Jahrbücher, lix., 1887, pp. 27-59; L. Traube, O Roma nobilis in Abhandlungen der philosophisch-philologischen Klasse der königlich-bayerischen Akademie, xix., 1892, pp. 332-363). Ellos llevaron sus manuscritos con ellos mismos en tal número que no menos de 117 manuscritos irlandeses, o fragmentos de tales, anteriores al siglo séptimo todavía existen en bibliotecas continentales, sin contar los del Vaticano o la Bibliothèque Nationale. Pero si esto fue para el continente una ganancia, para Irlanda fue una pérdida. El rey Brian (1002-13) tuvo que enviar a través de los mares "para comprar libros" (J. H. Todd, The War of the Gaedhil with the Gaill, Rolls Series, no. 48, p.138, Londres, 1867).


El nivel de educación en los monasterios cayó con cada generación y el nuevo e inferior sacerdocio tenía menos poder para resistir las fuerzas que estaban sustituyendo la iglesia monástica nativa por una iglesia episcopal con cabeza metropolitana. Los jefes y príncipes irlandeses, en lugar de unirse contra el enemigo común, pasaron el tiempo luchando por sus feudos domésticos. Los monasterios quedaron envueltos en esas querellas, por no mencionar las fieras y sangrientas disputas entre monasterios mismos cuando sus intereses chocaban. De este modo la antigua organización fue debilitada y rota. Más aún, la leyenda de Patricio se convirtió en una especie de dogma durante el siglo octavo y su idea de la cristianización de Irlanda y la posición del episcopus en el gobierno eclesiástico fue una fuerza adicional que sacudió el firme edificio de la iglesia monástica de los siglos sexto y séptimo.


Surgimiento de Armagh... Se puede mostrar por los anales de Ulster que el abad-obispo de Armagh, haciendo uso libre de sus oportunidades, entre 730 y 850 logró en alguna medida el primado en la Iglesia irlandesa, que fue resultado lógico de la leyenda de Patricio. El año 805 fue decisivo para Meath, el 824 para Connaught y el 822, así como la estancia de Florindan en Munster desde 841 a 845, para el sur de Irlanda; a partir de ahí la sede de Armagh tuvo su recaudadores de impuestos del penique de Patricio en toda Irlanda, excluyendo por supuesto al Estado vikingo cuyo gobernante residía en Dublín. En 943 este gobernante, Amlaib mac Sitricca (en norse, Olafr Sigtriggvasonr), se hizo cristiano en Inglaterra y fue bautizado por Wulfhelm, arzobispo de Canterbury, siendo su padrino Edmund, rey de Inglaterra.


Al esparcirse el cristianismo entre sus súbditos miraron naturalmente hacia Canterbury y trajeron sus clérigos de Inglaterra. Los titulares de los recién establecidos obispados norse de Dublín, Waterford y Limerick fueron consagrados en Canterbury. Esto no agradó al obispo de Armagh, quien deseaba los ingresos de los ricos establecimientos norse en Dublín. De nuevo tuvo que recurrir a la leyenda de Patricio, utilizando un detalle de la misma que ya se había hecho normal, que Patricio había convertido a los vikingos. Uno de sus adherentes, escribiendo hacia el año 1000, dice cómo Patricio había convertido a los paganos norse de Dublín y consecuentemente afirma que el sucesor de "Patricio de Armagh con los grandes ingresos" tenía derecho a una onza de oro "de cada nariz" en el Estado vikingo de Dublín (cf. H. Zimmer, Keltische Beiträge, iii, in Zeitschrift für deutsches Alterthum, xxxv, 1891, pp. 54-85).


Los culdees... Otro fenómeno en el desarrollo interno de la Iglesia irlandesa en este período que merece atención es la aparición de los denominados culdees (irlandés céli dé; latín, colidei). Es difícil definir exactamente su origen y posición. El nombre irlandés no proporciona una clave confiable. Significó originalmente uno que entra al servicio de Dios y se dedica a él hasta la muerte, pudiendo aplicarse, como vir dei del latín, a los monjes y ermitaños en general. Héctor Boece, el historiador escocés del siglo XVI, avanza la teoría de que los culdei, como él los llama, fueron la continuación directa del monasticismo irlandés de los siglos sexto, séptimo y octavo, e incluso del monasticismo celta en general.


Pero el obispo Reeves ha mostrado que el término tal como fue usado del siglo noveno al doce se aplicó a miembros de asociaciones espirituales, cuya existencia no puede con certeza ser trazada antes del año 800. De ahí que las asociaciones de los colidei se deben haber formado en Irlanda hacia este tiempo y a un término existente de aplicación general le fue dado una significación más limitada para designar a sus miembros. Supuestamente la gran regla monástica de Crodegango (749), elaborada originalmente para Metz, fue llevada a Irlanda en el siglo octavo y ermitaños irlandeses, que no estaban bajo regla monástica, fueron los primeros asociados con ella.


Los culdees nunca fueron de gran importancia en Irlanda. Se mencionan en nueve ocasiones, a veces en relación con monasterios de los que la casa de los culdees forma una especie de anexo. El cuidado de los enfermos y pobres era su principal ocupación y parece que también se les confió la parte coral del servicio. Sin embargo, en Britania septentrional, adonde llegaron de Irlanda, tuvieron una mayor importancia. La expulsión por Naiton de los monjes refractarios de Iona en 717 dejó lagunas en el clero que las nuevas asociaciones de los colidei rellenaron. Aparecen en Escocia como una mezcla de clero secular y ermitaños organizados según un modelo monástico; al mismo tiempo recuerdan a los canónigos regulares del continente. Había una falta de relación entre los diferentes conventos debido a la falta de una cabeza común y normas fijas. De ahí que hubiera amplias divergencias y las descripciones y opiniones contemporáneas diferían grandemente. Finalmente fueron absorbidos en las órdenes romanas, que fueron introducidas en Irlanda y Escocia durante el siglo XII.


Sujeción final a Roma. La plena sujeción de la Iglesia celta de Irlanda a la de Roma quedó terminada tras 1050. El arzobispo Lanfranco de Canterbury encontró oportunidad de interferir en Irlanda en 1074 y envió una carta al rey, Torlogh O'Brian, mediante Gilpatrick, el obispo norse de Dublín. Instigado por ambos, Gregorio VII envió una carta a Irlanda y designó a Gilberto, obispo norse de Limerick, legado papal para Irlanda. Como en el siglo séptimo, así ahora, el obispo de Armagh se resistió. Pero finalmente Gilberto encontró un hombre que secundó sus ideas, cuando en 1106 Celso ascendió a la sede de Armagh. En el sínodo de Rathbreasail en 1120 se decidió dividir Irlanda en 24 diócesis, todas menos Dublín subordinadas a Armagh. En 1152 se celebró un sínodo en Kells, bajo la presencia del legado papal, Paparo, e Irlanda se dividió en cuatro provincias, siendo Armagh seleccionada como sede del primado y los obispos de Dublín, Cashel y Tuam fueron promocionados a arzobispos y recibieron el pallium llevado desde Roma. La romanización completa de la Iglesia irlandesa en asuntos internos se efectuó para fomentar intereses políticos de los anglo-normandos en un sínodo celebrado en Cashel en 1172 por mandato de Enrique II.


Manuscrito iluminado inglés, c. 1130 En Britania septentrional... En 844 Kenneth mac Alpin, gobernante del Estado irlandés en Britania septentrional, ascendió al trono de los pictos septentrionales y meridionales, creando por tanto un reino unido de Alba, que posteriormente sería conocido como Escocia. En 850 Kenneth tomó los huesos de Columba de Iona (que, a causa de constantes ataques de los vikingos, había caído en completa decadencia) y los depositó en Dunkeld, en la tierra de los pictos meridionales, pilar de su poder. Al mismo tiempo estableció un obispado en Dunkeld, procurando evidentemente formar aquí un centro para una Iglesia nacional como Iona en el siglo séptimo, aunque con una base diferente, pues el abad-obispo de Dunkeld era la cabeza de la Iglesia gobernante como obispo y no como abad. En 865 el hijo de Kenneth, Constantino, trasladó la sede del obispado a Abernethy, dejando Dunkeld con una abadía solo.


En 908 la sede del primado fue trasladada a St. Andrews y por un parlamento del mismo año la iglesia quedó exenta de impuestos. Margarita, sobrina nieta de Eduardo el Confesor y reina de Escocia, 1069-93, acometió enérgicamente la reforma de la Iglesia escocesa según las normas y costumbres romanas. Recibió ayuda eficiente de su confesor, Turgot, abad de Durham. Sus hijos, Edgar (1097-1107), Alexander (1107-24) y David (1124-53) continuaron y terminaron la reforma de su madre. En 1107 Turgot fue nombrado para la sede de St. Andrews, siendo consagrado en York. Su sucesor, Eadmer, un monje de Canterbury, por deseo del rey Alejandro fue escogido y consagrado por Ralph, arzobispo de Canterbury (1115). Hacia 1188 la transformación externa e interna de la Escocia eclesiástica en una provincia romana era completa. Fue entonces declarada independiente de Canterbury y, al igual que la Iglesia irlandesa, puesta directamente bajo la soberanía de Roma por una bula de Clemente III. El país fue dividido en nueve diócesis que estrictamente definieron los límites y los monjes agustinos, benedictinos y cistercienses fueron introducidos y absorbieron el remanente del monasticismo nacional celta.


Algunas consideraciones generales. Razones para las divergencias con Roma... Sobre las instituciones y doctrina ni la tradición ni la historia ofrecen ningún apoyo para la idea de que la Iglesia celta, en su origen, casi fue reproducción de la Iglesia de la edad apostólica. La Iglesia británica del siglo cuarto era parte de la Iglesia católica occidental, tal como Britania era parte del Imperio Romano. Y la Iglesia irlandesa era un brote de la Iglesia británica. Las divergencias con Roma de ambas ramas de la Iglesia celta manifestadas a principios del siglo séptimo son fácilmente explicables.


León I, detalle de una miniatura del menologio de Basilio II, siglo X; en la Biblioteca Vaticana (Vat. Gr. 1613 folio 412) siglo X; en la Biblioteca Vaticana (Vat. Gr. 1613 folio 412)... No debe olvidarse que la posición del obispo de Roma en el tiempo de León Magno (440-461) era diferente de la del papa Gregorio Magno (590-604); el siglo cuarto nada sabía de esa rígida uniformidad de instituciones que al principio del siglo séptimo era procurada como una exigencia fundamental de la unites catholica y que las innovaciones se domesticaron lentamente en los miembros más distantes de la Iglesia. Hacia el año 400 la rama británica de la Iglesia católica quedó cortada porque la Roma política perdió su poder en Britania. Una serie de sucesos a principios del siglo quinto son instructivos para las consecuencias inmediatas. Los papas Inocencio, Zósimo y Bonifacio (401-422) se opusieron enérgicamente a la enseñanza de Pelagio y el emperador, Honorio, los apoyó publicando un rescripto (30 de abril de 418) amenazando con el destierro a todo pelagiano.


La supresión de la herejía en el interior se debió por tanto al poder civil. Pero el brazo del emperador no llegó a Britania y en 429 el papa Celestino sólo pudo enviar a Germán de Auxerre allí para erradicar la herejía por persuasión moral. Posteriormente toda relación entre la Iglesia celta y Roma quedó rota durante 150 años por un muro doble y triple de bárbaros, burgundios, visigodos, francos y sajones. El desarrollo de la Iglesia occidental durante todo este tiempo no dejó huella en la celta y las condiciones locales no dejaron de influenciar a ésta. Esto explica cómo Columbano de Luxeuil presume de tratar al papa en una forma que 200 años antes no habría sido destacable en un obispo del norte de África o Alejandría. Explica por qué la Iglesia galesa del siglo sexto conocía sólo obispos independientes sin metropolitano; que la Iglesia británica en 400 nada sabía de esta institución.


La diferencia en la fecha de Pascua se debe al hecho de que en 600 la Iglesia celta todavía usaba la antigua supputatio Romana, que había sido seguida por Roma hasta 343, pero fue entonces sustituida por la más reciente supputatio Romana. Otros cambios, la tabla pascual de Zeitz en 447, el ciclo de 19 años de Victorio en 501, el ciclo de Dionisio hacia 550, eran todos desconocidos para la Iglesia celta.


Consagración por un solo obispo. Los representantes de Britania en el sínodo de Arlés suscribieron el canon de que cuando fuera posible siete y en cualquier caso tres obispos, tomaran parte en la consagración de un obispo. Sin embargo, la consagración pudo haberse realizado por un solo obispo tanto en las iglesias británica e irlandesa, antes de su contacto con Roma. Esto no es tan sorprendente como se ha pensado. Particularmente en el periodo más antiguo la consagración a veces se hizo mediante un obispo, si es que tuvo lugar. Gregorio Magno reconoció la necesidad y dio a Agustín permiso de consagrar solo, con la observación: "Ya que tú eres el único obispo de la Iglesia inglesa no puedes ordenar de otro modo más que sin otros obispos." (Beda, i. 27). Bonifacio V dio el mismo permiso a Justo, tercer sucesor de Agustín, "cuando la ocasión fuera necesaria" (Beda, ii. 8). La costumbre de los ingleses se hizo ley sin promulgación específica. De ahí que sea comprensible cómo la consagración por un solo obispo se estableció primero y luego la ley.


Carácter monástico de la Iglesia irlandesa. Con respecto al carácter marcadamente monástico de la Iglesia irlandesa y la posición del obispo en ella a diferencia de la Iglesia occidental, se debe destacar que en los monasterios más antiguos (tales como Armagh en el norte y Emly en Tipperary) los abades eran también obispos; esto es, los cabezas de las diócesis eran abades y obispos a la vez, pero su poder de gobierno eclesiástico descansaba en su posición como abades. Esto se explica por las condiciones políticas y sociales de los celtas y el tiempo y manera de su conversión.


El primer paso fue el establecimiento de una estación monástica misionera con un clan. Un miembro de la principal familia inevitablemente se convertía en cabeza de tal estación. En algunos casos el derecho de sucesión a la abadía era hereditario en la principal familia durante siglos. La necesidad para algunos de realizar funciones episcopales no se sintió inmediatamente. Cuando surgía un abad originalmente laico podía recibir la consagración, pero, viviendo como lo hacía lejos de la mirada de la influencia de la Iglesia episcopal, era natural que continuara realizando los deberes de gobierno eclesiástico en la iglesia del clan, en virtud de su posición como abad y miembro de la familia principal.


El espíritu celta y el romano. No es conveniente intentar componer un cuadro completo de las doctrinas e instituciones de la Iglesia celta en su origen. El material a mano no es suficiente, aunque es adecuado para apoyar la conclusión de que la Iglesia celta de los siglos sexto y séptimo fue una reproducción de la Iglesia occidental del cuarto, modificada sólo en puntos especiales. Sin embargo, una diferencia importante ha de ser notada. El espíritu de las Iglesias celta y romana, cuando entraron en conflicto al principio, no era el mismo. Los representantes de la segunda eran intolerantes y faltos de amor, como lo fue Agustín hacia los obispos britanos (Beda, ii. 2), Wilfrid hacia Colman (ib. iii. 25), Aldhelm en su carta a Geraint (MGH, Epist., iii. 231-235). Por otro lado, los irlandeses, tales como Columbano en el continente y Aidan en el resto de Northumbria, sólo pedían que se les permitiera tranquilamente seguir las costumbres de sus antepasados.


Sin embargo, tan pronto como un irlandés se pasaba a la facción romana un nuevo espíritu entraba en él. Ronan, un irlandés que había estado en la Galia e Italia, comenzó la batalla en Northumbria con el gentil Finan (Beda, iii. 25). Cummian en su famosa carta expresa el piadoso deseo de que Dios "golpeara" a Fintan (su principal oponente) "como él lo haría" (col. 977b), aunque cuatro o cinco años antes él mismo había mantenido la Pascua según la fecha celta. De nuevo, el espíritu de falsificación deliberada para servir a los intereses eclesiásticos no aparece en la Iglesia irlandesa antes de su contacto con Roma. Que aparece inmediatamente después se muestra abundantemente por la historia de la leyenda de Patricio.


Reliquias. Finalmente, el nuevo espíritu que comenzó a penetrar la Iglesia irlandesa del siglo séptimo se aprecia por la extensión sin precedentes del culto de las reliquias. Irlanda no tenía mártires. No hay razón para creer que las reliquias fueran conocidas y honradas en ninguna parte de la Iglesia irlandesa antes de su contacto con Roma. En 633 la embajada enviada a Roma por causa de la lucha de Pascua regresó cargada de libros y reliquias. Al año siguiente Cummian escribe a Seghine: "Y tenemos prueba de que la virtud de Dios está en las reliquias de los santos mártires y los escritos que ellos han traído. Hemos visto con nuestros propios ojos a una muchacha totalmente ciega abrir sus ojos ante esas reliquias y a un paralítico caminar y a muchos demonios ser expulsados" (col. 978b). Todo aquí, incluso la expresión (reliquiæ), es romano, no irlandés.


La vida de Patricio de Muirchu Maccu-Machtheni testifica del progreso del culto a las reliquias en el sur de Irlanda durante el siglo séptimo. Hablando de su propio tiempo (antes de 697), el autor menciona con énfasis que en tres diferentes lugares en el territorio romano-irlandés la reliquias son veneradas e incluso hace que Patricio profetice tal adoración (Vida Tripartita, ii. 281, II. 1-2; 283, II. 3-5; 497, II. 14-19). Para Adamnan, escribiendo su biografía de Columba en el norte de Irlanda al mismo tiempo y antes de unirse a la facción romana, las reliquias son totalmente desconocidas. Pero no mucho después de que la influencia romana entrara en el norte por el sometimiento de Armagh (697) e Iona (716) a la fecha de la Pascua, el mismo cambio de actitud tuvo lugar, tal como 70 años antes había ocurrido en el sur.


Los Anales del Ulster proporcionan mucha información sobre la historia de la Iglesia, pero los siglos sexto y séptimo no contienen una sola palabra respecto a las reliquias. Sin embargo, en 726 aparece la primera de una larga serie de referencias que recogen el traslado o consagración de las reliquias y un poco después Armagh mostraba en las grandes ferias de Irlanda las reliquias de Patricio, que supuestamente se habían encontrado en Downpatrick en 733 y fueron llevadas a Connaught y Munster.


Ya se ha dicho bastante para mostrar que el espíritu que animaba la Iglesia celta hacia el año 600 eran muy diferente del que los emisarios de la Iglesia de Roma llevaron a las islas británicas. Ambos tenían los mismos dogmas, pero en un lado se luchaba por una libertad individual y por un cristianismo personal y en el otro había un fanático celo por la rígida uniformidad y sistematización. Los celtas subrayaron un cristianismo que se manifestaba en palabra y hecho, el catolicismo romano valoraba un cristianismo formal por encima de cualquier otra cosa. Como se ha dicho, no hay razón para creer que la Iglesia celta se pareciera grandemente a la Iglesia apostólica en instituciones o doctrinas. Pero los resultados prácticos de su enseñanza, tal como se aprecia en la vida de hombres tales como Aidan y Finan (cf. Beda, iii. 17), incuestionablemente se acerca más a la concepción popular de la edad apostólica que el espíritu manifestado por los representantes de Roma.


IAL & MAAC


SAN JOSÉ DE ARIMATEA, FUE EL FUNDADOR Y PLANTADOR DEL CRISTIANISMO ANGLICANO. SE CREE QUE ESTE HOMBRE RECTO Y SENCILLO LLEVO CON SU FAMILIA EL EVANGELIO TEMPRANO DE CRISTO A LAS ISLAS BRITANICAS Y/O SUS SEGUIDORES Y QUE LUEGO ESTA SEMILLA DE FE SEMBRO EL ANGLICANISMO PRIMITIVO...


-La Iglesia Anglicana Latino-Americana venera su santo nombre.


Como San José de Arimatea, lo nombro santo protector de la fe Anglicana por siempre-


José de Arimatea: El cuerpo de Cristo fue sepultado en una tumba en la roca, propiedad del propio José de Arimatea, en la que, con ayuda del sacerdote fariseo Nicodemo, fue envuelto en lino fino y aroma de especias. Los Evangelios aportan solo una breve descripción de José de Arimatea, de forma que sabemos poco acerca de él, aparte del hecho de que era rico y un discípulo secreto de Jesús (Juan 19: 38). Lucas añade que era miembro del Gran Consejo del Sanedrín, lo que sugiere que gozaba de una posición de cierta autoridad. Parece que José de Arimatea, que fue considerado un «hombre recto y bueno» (Lucas 23: 50), no estuvo de acuerdo con la pena impuesta a Jesús por los miembros del Sanedrín.


Según Mateo (27:57-60) y Marcos (15: 43-5), le pidió personalmente a Poncio Pilato el cadáver de Cristo, lo que sugiere que era suficientemente poderoso como para que le concedieran audiencia con el gobernador romano de Judea. Según las costumbres judías, era deber del pariente masculino más cercano encargarse del entierro del fallecido y. por ello, se ha sugerido que José de Arimatea era hermano de Jesús (véase The Manan conspiracy, de Graham Phillips), aunque la tradición oriental lo tiene por tío de la Virgen María.


Algunos textos no canónicos aportan algo más de información sobre José. El Evangelio de Pedro menciona que, de hecho, era amigo personal de Poncio Pilato, y el Evangelio de Nicodemo hace alusión al entierro de Cristo y afirma que, tras él, los ancianos judíos encarcelaron a José de Arimatea. Durante su estancia en prisión, se le apareció Jesús resucitado y lo transportó milagrosamente a su casa, donde le indicó que permaneciera cuarenta días. Los ancianos judíos se quedaron muy sorprendidos al descubrir que José se había escapado y que los cerrojos y la cancela de su celda no estaban rotos ni habían sido forzados. Al darse cuenta de que estaban tratando con una persona de posición elevada, le escribieron una carta de disculpa y le pidieron que se reuniese con ellos en Jerusalén.


En dicha reunión, José explicó lo que había ocurrido exactamente e informó a los ancianos judíos de que también habían resucitado otros a vez que Jesús. La narración de José también confirma la historia de su encarcelamiento. El Tránsito de María es supuestamente un Evangelio escrito por el propio José de Arimatea, quien, después de la Crucifixión, ayudó a la Virgen María.


En comparación con la escasa información que hay sobre José de Arimatea en los Evangelios, aparece mencionado bastante en los textos apócrifos, en las leyendas posteriores y en los romances artúricos. En estos relatos se dice que José era un mercader de estaño que llevó a Jesús a Inglaterra durante la juventud de este, que fue el fundador del cristianismo en Gran Bretaña y que era el guardián del Santo Grial. Es un tanto sorprendente que José de Arimatea, un pequeño personaje del Nuevo Testamento, esté relacionado con Gran Bretaña, pero una larga tradición le asocia con Jornwall y Somerset. Estas tradiciones afirman que llevó consigo en una ocasión al joven Jesús en un barco mercante le estaño. Si por entonces José ya conocía Gran Bretaña, entonces resulta comprensible que el apóstol Felipe lo envía a más tarde allí desde la Galia. Aunque el fundador oficial del cristianismo en Gran Bretaña fue, en el año 597, San Agustín, fuentes no canónicas y relatos posteriores cuentan que José de Arimatea llegó de hecho a Gran Bretaña en el año 37 o en el 63. Las narraciones afirman que huyó de Judea con algunos más, entre otros, se suele decir con el apóstol Felipe, Lázaro, María Magdalena, María y María de Betania.


Lázaro y María Magdalena se quedaron en Marsela, mientras que el resto del grupo continuó viaje hasta la Zialia, más hacia el norte de lo que hoy es Francia. El apóstol Felipe envió entonces a José de Arimatea, junto con otros once, doce más (depende del texto), a predicar a Gran Bretaña. El viaje por mar llevó a José de Arimatea, al «País del Oeste», donde el rey ocal, Arvirago, le concedió a José de Arimatea y a sus acompañantes algunas tierras en la «Isla Blanca». Allí fundaron una Iglesia (capilla), de adobe, la Vetusta Ecclesia, dedicada a la Virgen María. Generalmente suele aceptarse que esta es el actual asentamiento de Bastonbury (contrástese con Graham Phillips, quien cree que es Anglesey), y que el monasterio benedictino de Glasbonbury ocupa ahora el sitio en el que estuvo aquella iglesia. La mayor parte de estos detalles pueden encontrarse en The Antiquity oJ the Church at Glastonbury, obra escrita en el siglo xii por William de Malmesbury, así como enChronicle of the Antiquities of the C'hurch of Glastonbury, escrita también en el siglo XII por John de Glastonbury.


Sin embargo, encontramos un relato anterior sobre el papel que jugó José de Arimatea en la llegada del cristianismo a Gran Bretaña en The Historv of the Franks, obra escrita por Gregory de Tours en el siglo vi. Otra parte de la historia relativa a José y a la primera comunidad cristiana de Glastonbury es la del espino que supuestamente aquél plantó. Al pararse a descansar en la colina Wearyall, José hundió su cayado en la tierra y en tal lugar creció un espino. El cayado que José llevaba consigo se había hecho con la corona de espinas que llevó Jesús en Su Crucifixión. El espino, que aún sigue en Glastonbury, florece en mayo y en Navidad y se alude a él como el Espino Santo.


Sin embargo, la primera mención de todo esto aparece en The Life of Joseph of Arimathia, relato escrito en 1520, al que posteriormente se le incorporaron nuevos elementos en 1677 y 1716. Probablemente el mito más famoso en torno a José de Arimatea es el referente a su custodia del Santo Grial. En estas historias normalmente se asocia al Santo Grial con la copa que utilizó Jesús en la Última Cena y en la que José recogió algunas gotas de Su sangre durante la Crucifixión.


La primera mención de esto, si bien rudimentaria, la encontramos en The Lité of St Marv Magda/ene, de Rabanus Maurus (776-856). En ella, José de Arimatea aparece estrechamente ligado a la legendaria isla de Avalon, supuestamente en Somerset, donde está enterrado bajo la iglesia que fundó. También se cuenta que junto a él había dos vasijas de plata que contenían la sangre y el sudor de Jesús. Durante el periodo medieval circularon muchas historias sobre el Grial, en particular la de Robert de Boron, Joseph d'Arimathie. En ella, el autor relata cómo Jesús es lanceado en un costado mientras está en la Cruz y cómo José de Arimatea recoge luego de su sangre en la copa que utilizó en la Última Cena.


Debido a su relación con Jesús, las autoridades judías encarcelan a José y durante su estancia en prisión, se le aparece Jesús milagrosamente y le enseña los «misterios del Grial», aunque no se especifica cuáles eran estos. Después de cuarenta y dos años de cárcel, José es liberado y, junto con un grupo de cristianos, viaja a un país extranjero, donde se construye una mesa redonda para simbolizar la Última Cena. Sin embargo, hay un sitio en ella que nunca se utiliza: el correspondiente a Judas. Posteriormente, José busca un lugar en el que guardar el Santo Grial, y lo encuentra en el valle de Ayalon (Glastonbury), donde se construye una iglesia.


Durante el periodo medieval fueron muy populares otras historias de este tipo, tales como Grand St Grau (1200), Parzival (1207, de Wolfram von Eschenbach), Queste del St Graal (1210), Perlesvaus (1225) y. la más importante, La muerte de Arturo (1485), de Sir Thomas Mallory. En esta, José de Arimatea es el verdadero guardián del Santo Grial y el antepasado de Arturo, Lanzarote y sir Galahad.


Basado en el libro: Diccionario del Código Da Vinci de Iker Jiménez


EL TESTIMONIO DE RUT, LA MUJER ESPOSA DE JOSÉ DE ARIMATEA


Escrito por Dolores Aleixandre


Cuando la víspera del sábado llegó José de Arimatea y me comunicó con satisfacción que aquella misma tarde había cerrado el trato de compra del terreno, no pude disimular mi disgusto. Desde el momento en que me habló del proyecto de adquirir una propiedad fuera de las murallas y me pidió que le acompañara a visitarlo, estuve en desacuerdo. Y no porque no pudiéramos permitirnos el gasto, sino porque encontré que estaba demasiado cerca del promontorio rocoso de una antigua cantera abandonada, precisamente el sitio donde tenían lugar las ejecuciones de los condenados a crucifixión. He nacido en Jerusalén, procedo de una familia farisea muy estricta y la sola proximidad de un cadáver, aunque sea de lejos, me inspira un enorme temor de caer en impureza.


Mi esposo nació en Arimatea, un pueblo de Judea, y aunque también es fariseo, simpatiza con corrientes rabínicas más abiertas y tolerantes y no parecía importarle mucho el emplazamiento. Por eso intentó convencerme de las ventajas que tenía la adquisición de un terreno tan cercano a la ciudad en el que podríamos excavar espacio para una sepultura. Aún somos jóvenes y tomar ya precauciones para el enterramiento tampoco me parecía necesario, así que discutimos mucho tiempo hasta que terminamos bromeando sobre cuál de los dos sería el primero en estrenar la sepultura. Qué lejos estábamos entonces de saber para quién estaba destinada... Recuerdo de manera especial aquel sábado después de la compra: José leyó en presencia de nuestros tres hijos el texto sobre la compra por parte de Abraham de un campo en Hebrón para enterrar a Sara (Gen 23).


Al terminar, nos hizo caer en la cuenta de cómo aquella minúscula parcela de tierra fue la primera propiedad de Abraham en Canaán y cómo en ella se encerraba, como en una semilla, el cumplimiento de la promesa que el Eterno, bendito sea, había hecho a nuestros padres. Reconozco que el recuerdo de Abraham y su preocupación por poseer al fin un terreno propio para enterrar a Sara, disipó casi todos mis recelos con respecto a la compra del campo y hasta fui a visitarlo cuando estuvo excavada la tumba para que José pudiera mostrarme con orgullo la enorme piedra que había hecho tallar para cerrar la sepultura.

Un encuentro desconcertante...


Unos días después él llegó a casa casi sin aliento. Me dijo algo confuso acerca de un encuentro inesperado con un pariente lejano de Arimatea y durante la cena lo encontré distraído y nervioso, como si su pensamiento estuviera en otra parte. Sólo cuando se acostaron nuestros hijos se decidió a contarme lo que en realidad le había ocurrido: había estado escuchando, por casualidad, las palabras que un tal Jesús, un galileo de Nazaret según había sabido después, dirigía a un grupo de campesinos y pescadores sentados a la orilla del lago. Les hablaba sentado tranquilamente en una barca amarrada a la orilla y aunque él al principio se había acercado a escuchar movido por la curiosidad, se había quedado impresionado por la atención con que le escuchaba el gentío y el poder de convocatoria que tenía aquel hombre con aspecto de no ser más ilustrado ni más culto que ellos.


Aquella noche no le di mayor importancia, y sólo comencé a preocuparme cuando en los días que siguieron José volvió a llegar tarde y a mostrarse pensativo y silencioso. Oí rumores sobre Jesús en el mercado y comencé a intuir que José había entablado relación con él y no me decía nada por temor a preocuparme. De hecho, ya era pública la oposición que Jesús despertaba en medios fariseos y se comentaban las polémicas que desencadenaban sus actuaciones y sus palabras, que yo encontraba de una provocación y un atrevimiento escandaloso. A José de Arimatea no parecía ocurrirle lo mismo y me contó que, como le había defendido delante del Consejo, comenzaba a sentir por parte de éstos recelo y ocultas censuras.


Un sábado diferente...


Al empezar la primavera me trasladé, como de costumbre a la casa que poseemos en Cafarnaúm y él se quedó en Jerusalén con el pretexto de algunos negocios. Antes de Pascua llegó inesperadamente a Cafarnaúm y, cuando nos quedamos solos, me anunció con una gravedad desacostumbrada que tenía que decirme algo que quizá yo no iba a comprender en un primer momento:


- He invitado a la cena del pasado sábado en nuestra casa a Jesús y su grupo, y necesito compartir contigo lo que he vivido en esa noche.


Le miré horrorizada porque una de las cosas que había oído de él es que se sienta a la mesa con recaudadores, soldados romanos, comerciantes de todas clases, cambistas, traficantes y hasta mujeres de mala vida. Al darse cuenta de mi sobresalto, cogió mi mano como si intentara darme fuerza para lo que iba a seguir escuchando:


- Rut, algo absolutamente nuevo está comenzando y, como quiero que tú participes de ello, voy a intentar explicártelo de una manera que los dos podemos entender: sentado en aquella mesa, he vivido el sábado más verdadero, el más festivo y alegre de los que he celebrado en mi vida.


¿Recuerdas cuántas veces he leído a nuestros hijos el texto del Éxodo para hacerles comprender que una de las finalidades del sábado no es cumplir con mil estrechas prescripciones, como enseñan algunos escribas, sino como dice el libro del Exodo "que descanse tu esclavo..." (Ex 20,8-11). Hasta ahora yo me había creído un hombre libre y consideraba esclavos a otros, pero esa noche he caído en la cuenta de que llevaba una carga invisible sobre mis hombros: la de mi pretendida dignidad y posición que me hacía sentirme superior a los otros, la de sentirme portador de unas obligaciones para con Dios que, sin darme cuenta, han ido doblando mi espalda y me han situado ante él como un siervo y no como un hijo. Pero hoy, inesperadamente, alguien ha retirado ese peso de mis hombros, lo mismo que el Señor liberó de la espuerta cargada de ladrillos a nuestros antepasados en Egipto.


Un fariseo deslumbrado...


José de Arimatea continuaba su descripción de Jesús:


- Hay algo en él que hace caer el fardo del "personaje" que cada uno llevamos a cuestas y su manera de tratar a cada uno como un príncipe, o mejor, como un amigo, consigue que los que le rodean experimenten la libertad asombrosa de no estar atados a ninguna jerarquía social, religiosa ni económica, ni a normas de pureza o de legalidad. El no lleva encima ninguno de esos pesos abrumadores que nos han ido imponiendo los que se han apoderado de la Torah y de la conciencia de nuestro pueblo: habla de Dios con la misma espontaneidad y confianza con que nos hablan a nosotros nuestros hijos y dice que es así como su Padre desea que le tratemos.


En medio de la cena he sentido que lo que estábamos viviendo era precisamente el verdadero signo que Dios busca: ver a sus hijos e hijas reunidos en torno a una mesa en la que han desaparecido todas esas divisiones y clasificaciones que nos separan y alejan unos de otros. Nada de eso existe para Jesús, y su sola presencia derrite cualquier pretensión de superioridad o inferioridad, dejando lugar a una corriente de afecto y de respeto entre iguales. Como tú no estabas para encender las velas, fue Miryam, una mujer de Magdala, quien lo hizo. Ahora pertenece al grupo de los seguidores de Jesús a pesar de un pasado oscuro que casi todos conocemos y a medida que iba prendiendo cada una de ellas y se iba iluminando la sala pensé que era su propia vida la que había salido de las tinieblas porque la aceptación y la acogida de Jesús la han inundado de luz. Rut, esa luz que aguardábamos, la de Abraham y Moisés, la de David y Salomón y el profeta Elías, ha llegado hasta nosotros.


La visión de una ex-prostituta encendiendo las velas del sábado en el candelabro de mi propia casa me había paralizado de tal manera que me sentía incapaz de seguir escuchando a mi esposo. Pero él continuaba hablando, ajeno a mi incapacidad para seguirle:


- Ha aparecido alguien cuya palabra y presencia nos devuelven el verdadero orden soñado por Dios, y nos sienta en una mesa en la que hay lugar para todos y nadie queda excluido. Mientras cenábamos la otra noche, recordé lo que leemos en la historia de José: "Un hombre lo encontró cuando estaba perdido por el campo y le preguntó: -¿Qué buscas? El dijo: - Busco a mis hermanos. Dime, por favor, dónde están pastoreando sus rebaños" (Gen 37,15-17). Si alguien le hiciera esa pregunta a Jesús, contestaría lo mismo que nuestro padre José: sólo va buscando a sus hermanos, como quien tiene una noticia extraordinariamente buena que comunicar y le fuera la vida en que todos lo supieran.


Hasta ahora yo había leído y oído explicar a los rabinos que el exilio significa la situación de los que viven privados de memoria y de voluntad y que, para salir de su destierro, necesitan que alguien les revele su origen y su identidad y les recuerde cuál es su verdadera tierra. Eso es lo que él hace, Rut, y como un pastor que silba a su rebaño disperso, nos va conduciendo hasta esa fuente tranquila en que cada uno reencuentra su nombre.


Y misteriosamente, al hacerlo, no ejerce ningún tipo de dominio o de presión sobre los que le rodean. Sus discípulos le llaman "Rabbi" y "Señor", pero ninguno de esos títulos parece añadirle nada, ni otorgarle ningún privilegio, al revés: le observé durante la cena y vi que, cuando a alguien de la mesa le faltaba algo, no esperaba a que vinieran los sirvientes, sino que se levantaba él mismo a buscarlo. Y también hace notar de muchas maneras cuánto nos necesita, como un rey que no lo sería si no tuviera vasallos, o mejor, como un pastor que, al nutrir a su rebaño, gana él mismo para comer, sabiendo que cada uno hace vivir al otro, en una reciprocidad que destierra cualquier superioridad.


En la sobremesa, después que recitamos el Shema , nos comentó la frase «Amarás al Señor tu Dios con todas tus fuerzas» y dijo:


- Se nos pide amarle con esa forma de amor que hace estallar todas las categorías del corazón y de la razón. Haz lo que puedas, y después, haz un poco más, aprende a ir más allá de tus limites.


En ese momento, interrumpí agriamente el discurso de mi esposo:


- ¡Yo sí que he llegado más allá de mis límites, José! No puedo escuchar ni una palabra más de esta sarta de disparates que estás diciendo. Tú que no has bebido nunca hoy pareces estar completamente ebrio y es mejor que no sigas hablándome de ese Jesús que te está haciendo perder la sensatez y el buen juicio.


Me miró entristecido y decepcionado, se encerró en un profundo mutismo y nos fuimos a dormir, aunque ninguno de los dos pudo conciliar el sueño. Yo lo conseguí de madrugada y, cuando me desperté, un sirviente me comunicó de su parte que se volvía a Jerusalén y me pedía me quedara en Cafarnaúm con nuestros hijos durante la Pascua, porque temía que en esos días sucedieran acontecimientos desagradables.


Una tumba junto a un huerto...


Supuse que se refería a Jesús y no me equivocaba. No obedecí su consejo porque lo quiero demasiado como para dejarle solo precisamente en los momentos difíciles que intuía iba a llegar. Dejé a los niños en casa de unos parientes y me uní a un grupo de peregrinos galileos que se dirigían a Jerusalén. Nunca me arrepentí de haberlo hecho: durante tres largos días de camino, tuve tiempo de reflexionar sobre todo lo que José me había contado y en mi corazón en sombras comenzó a aparecer una débil luz. ¿Cómo no había sido capaz de comprender los sentimientos de José, su deslumbramiento, su fascinación por Jesús? Algo debía haber en él cuando había ejercido una atracción tan poderosa sobre un hombre tan prudente y tan ecuánime como mi esposo ¿Por qué no fiarme más de su actitud y aceptar conocerle por mí misma?


Llegué a Jerusalén la víspera de la fiesta, un poco después de la hora nona, con el tiempo justo para hacer los preparativos del sábado más solemne del año. José no estaba en nuestra casa y los sirvientes me dieron atropelladamente la noticia de que habían prendido, juzgado y crucificado a Jesús, que José había mantenido una discusión violenta con los otros miembros del Sanhedrín y que, por su cuenta y riesgo, se había dirigido al palacio de Poncio Pilato para pedir al gobernador el cadáver de Jesús para enterrarlo. Contaba con poder ejercer sobre él la presión suficiente como para que accediera a su demanda, si no desde su condición de judío respetado, al menos desde su posición económica. Supe inmediatamente dónde tenía que dirigirme, segura de que era en nuestra sepultura nueva donde José había pensado enterrar a Jesús. Me dirigí hacia allí a toda prisa y llegué en el momento en que estaban introduciendo dentro el cadáver.


José se emocionó al verme más de lo que ya estaba y me abrazó en silencio mientras me conducía al interior: una mujer que supuse era la madre de Jesús, tenía sobre sus rodillas el cuerpo de su hijo y, con increíble entereza e infinita ternura, le limpiaba del rostro la sangre reseca para cubrirlo después con un sudario. José envolvió entonces el cuerpo en un lienzo de lino que reconocí como tejido por mí, lo depositó con cuidado sobre la losa de mármol y todos salimos lentamente del sepulcro. Fue también José quien hizo rodar la enorme piedra que servía de puerta y todo el grupo se fue separando para dirigirnos al interior de la muralla. Acababa de sonar el primer toque del sofar, el cuerno que anunciaba la llegada de la fiesta solemne de la Pascua.


DECLARACIÓN DE JOSÉ DE ARIMATEA


Declaración de José de Arimatea, quien demandó y solicitó el cuerpo del Señor,

que contiene las causas de los dos ladrones...


1. Yo soy José de Arimatea, el que pidió a Pilato el cuerpo del Señor Jesús para sepultarlo, y que por este motivo se encuentra ahora encadenado y oprimido por los judíos, asesinos y refractarios de Dios, quienes, además, teniendo en su poder la ley, fueron causa de tribulación para el mismo Moisés y, depués de encolerizar al legislador y de no haber reconocido a Dios, crucificaron al Hijo de DIos, cosa que quedó bien de manifiesto a los que conocían la condición del Crucificado. Siete días antes de la pasión de Cristo fueron remitidos al gobernador Pilato desde Jericó dos ladrones, cuyos cargos eran éstos:


2. El primero, llamado Gestas, solía dar muerte de espada a algunos viandantes, mientras que a otros les dejaba desnudos y colgaba a las mujeres de los tobillos cabeza abajo para cortarles después los pechos; tenía predilección por beber la sangre de los miembros infantiles; nunca conoció a Dios; no obedecía a las leyes y venía ejecutando tales acciones, violento como era, desde el principio de su vida. El segundo, por su parte, estaba encartado de la siguiente forma. Se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobit [Tobías], pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías.


3. Fue detenido asimismo Jesús la tarde del día 4 antes de la Pascua. Y no había fiesta para Caifás ni para la turba de los judíos, sino enorme aflicción, a causa del robo que había efectuado el ladrón en el santuario. Y, llamando a Judas Iscariote, se pusieron al habla con él. Es de saber que éste era sobrino de Caifás. No era discípulo sincero de Jesús, sino que había sido dolosamente instigado por toda la turba de los judíos para que le siguiera; y esto, no con el fin de que se dejara convencer por los portentos que Él obraba, ni para que le reconociese, sino para que se lo entregase, con la idea de cogerle alguna mentira. Y por esta gloriosa empresa le daban regalos y un didracma de oro cada día. Y a la sazón hacía ya dos años que se encontraba en compañía de Jesús, como dice uno de los discípulos llamado Juan.


4. Y tres días antes de que fuera detenido Jesús, dijo Judas a los judíos: «¡Ea!, pongamos el pretexto de que no fue el ladrón quien sustrajo los libros de la ley, sino Jesús en persona; yo mismo me comprometo a hacer de acusador». Mientras esto se decía, entró en nuestra compañía Nicodemo, el que tenía a su cargo las llaves del santuario, y se dirigió a todos, diciendo: «No llevéis a efecto tal cosa». Es de saber que Nicodemo era más sincero que todos los judíos juntos. Mas la hija de Caifás, llamada Sara, dijo a voz en grito: «Pues Él ha dicho delante de todos contra este lugar santo: Soy capaz de destruir este templo y de levantarlo en tres días». A lo que respondieron los judíos: «Te damos todos nuestro voto de confianza», pues la tenían como profetisa. Y, una vez celebrado el consejo, fue detenido Jesús.


II 1. Y al día siguiente, que era miércoles, le llevaron a la hora nona al palacio de Caifás. Y Anás y Caifás le dijeron: «Oye, ¿por qué has robado nuestra Ley y has puesto a pública subasta las promesas de Moisés y de los profetas?» Mas Jesús nada respondió. Y, ante toda la asamblea reunida, le dijeron: «¿Por qué pretendes deshacer en un solo momento el santuario que Salomón levantó en cuarenta y seis años?» Y Jesús no respondió nada a esto. Es de saber que el santuario de la sinagoga había sido saqueado por el ladrón.


2. Mas el miércoles, a la caída de la tarde, la turba se disponía a quemar a la hija de Caifás por haberse perdido los libros de la Ley, pues no sabían cómo celebrar la Pascua. Pero ella les dijo: «Esperad, hijos, que daremos muerte a este Jesús y encontraremos la Ley y la santa fiesta se celebrará con toda solemnidad». Entonces Anás y Caifás dieron ocultamente a Judas Iscariote una buena cantidad de oro con este encargo: «Di, según nos anunciaste: Yo sé que la Ley ha sido sustraída por Jesús, para que el delito recaiga sobre él y no sobre esta irreprochable doncella». Y cuando se hubieron puesto de acuerdo sobre el particular, Judas les dijo: «Que no sepa el pueblo que vosotros me habéis dado instrucciones para hacer esto contra Jesús; soltadle más bien a éste, y yo me encargo de convencer al pueblo de que la cosa es así». Y astutamente pusieron en libertad a Jesús.


3. Así, pues, el jueves al amanecer entró Judas en el santuario y dijo a todo el pueblo: «¿Qué queréis darme y yo os enttregaré al que hizo desaparecer la Ley y robó los Profetas?» Respondieron los judíos: «Si nos lo entregas, te daremos treinta monedas de oro». Mas el pueblo no sabía que Judas se refería a Jesús, pues bastantes confesaban que era Hijo de Dios. Judas, pues, se quedó con las treinta monedas de oro.


4. Y, habiendo salido a la hora cuarta y a la hora quinta, encontró a Jesús paseando en el atrio. Y, echándose ya encima la tarde, dijo a los judíos: «Dadme una escolta de soldados armados de espadas y palos y yo lo pondré en vuestras manos». Y le dieron fuerza para prenderle. Y mientras iban caminando, díjoles Judas: «Echad mano a aquel a quien yo besare, pues Él es quien ha robado la Ley y los Profetas». Después se acercó a Jesús y le besó, diciendo: «Salve, Maestro». Era a la sazón la tarde del jueves. Y, una vez preso, lo pusieron en manos de Caifás y de los pontífices, diciéndoles Judas: «Éste es el que ha hurtado la Ley y los Profetas». Y los judíos sometieron a Jesús a un injusto interrogatorio, diciendo: «¿Por qué has hecho esto?» Mas Él nada respondió. Entonces Nicodemo y yo, José, viendo la cátedra de la pestilencia, nos separamos de ellos, no estando dispuestos a perecer juntamente con el consejo de los impíos.


III 1. Y, después que aquella noche hicieron otras cosas terribles contra Jesús, la madrugada del viernes fueron a entregárselo al gobernador Pilato para crucificarle; y con este fin acudieron todos. Y el gobernador Pilato, después de interrogarle, mandó que fuera crucificado en compañía de dos ladrones. Y fueron crucificados juntamente con Jesús, a la izquierda Gestas y a la derecha Dimas.


2. Y empezó a gritar el de la izquierda, diciendo a Jesús: «Mira cuántas cosas malas he hecho sobre la tierra, hasta el punto incluso de que, si yo hubiera sabido que tú eras rey, aun contigo hubiera acabado. ¿Por qué te llamas a ti mismo Hijo de Dios, si no puedes socorrerte en caso de necesidad? ¿Cómo, pues, vas a prestar auxilio a otro que te lo pida? Si tú eres el Cristo, baja de la cruz para que pueda creer en ti. Pero, por de pronto, no te considero como hombre, sino como bestia salvaje que está pereciendo juntamente conmigo». Y comenzó a decir muchas otras cosas contra Jesús mientras blasfemaba y hacía rechinar sus dientes contra Él, pues había caído preso el ladrón en el lazo del diablo.


3. Mas el de la derecha, cuyo nombre era Dimas, viendo la gracia divina de Jesús, gritaba de este modo: «Te conozco, ¡oh Jesucristo!, y sé que eres Hijo de Dios; te estoy viendo como Cristo adorado por miríadas de ángeles. Perdóname los pecados que he cometido; no hagas venir contra mí los astros en el momento de mi juicio, o la luna cuando vayas a juzgar toda la tierra, puesto que de noche realicé mis malos propósitos; no muevas el sol, que ahora se está oscureciendo por ti, para que pueda manifestar las maldades de mi corazón; ya sabes que no puedo ofrecerte presente alguno por la remisión de mis pecados. Ya se me echa encima la muerte a causa de mis maldades, pero tú tienes poder para expiarlas; líbrame, Señor universal, de tu terrible juicio; no concedas al enemigo poder para engullirme y hacerse heredero de mi alma, como lo es de la de ese que está colgado a la izquierda; pues estoy viendo cómo el diablo recoge su alma, mientras sus carnes desaparecen.


No me ordenes tampoco pasar a la porción de los judíos, pues estoy viendo sumidos en un gran llanto a Moisés y a los profetas, mientras el diablo se ríe a costa suya. Antes, pues, ¡oh Señor!, de que mi alma salga, manda que sean borrados mis pecados, y acuérdate de mí, pecador, en tu reino, cuando vayas a juzgar a las doce tribus sobre el trono grande y alto, pues gran tormento has preparado a tu mundo por tu propia causa».


4. Y, cuando el ladrón terminó de decir esto, respondióle Jesús: «En verdad, en verdad te digo, Dimas, que hoy mismo vas a estar conmigo en el paraíso. Mas los hijos del reino, los descendientes de Abrahán, de Isaac, de Jacob y de Moisés, serán arrojados fuera a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. Mas tú serás el único que habites en el paraíso hasta mi segunda venida, cuando vaya a juzgar a los que no han confesado mi nombre».


Y añadió: «Márchate ahora y di a los querubines y a las potestades, que están blandiendo la espada de fuego y guardan el paraíso del que Adán, el primero de los creados, fue arrojado, después de haber vivido allí, por haber prevaricado y no haber guardado mis mandamientos: Ninguno de los primeros verá el paraíso hasta que venga de nuevo a juzgar a vivos y muertos. Habiéndolo escrito así Jesucristo, el Hijo de Dios, el que descendió de las alturas de los cielos, el que salió inseparablemente del seno del Padre invisible y bajó al mundo para encarnarse y ser crucificado para salvar a Adán, a quien formó, para conocimiento de los escuadrones de arcángeles, guardianes del paraíso y ministros de mi Padre.


Quiero y mando que penetre dentro el que está siendo crucificado conmigo, y que reciba por mí la remisión de sus pecados, y que entre en el paraíso con cuerpo incorruptible y engalanado, y que habite allí donde nadie jamás puede habitar». Y he aquí que, cuando hubo dicho esto, Jesús entregó su espíritu. Tenía esto lugar el viernes a la hora de nona. Mientras tanto, las tinieblas cubrían la tierra entera y, habiendo sobrevenido un gran terremoto, se derrumbó el santuario y el pináculo del templo.


IV 1. Entonces yo, José, demandé el cuerpo de Jesús y lo puse en un sepulcro nuevo, sin estrenar. Mas el cadáver del que estaba a la derecha no pudo ser hallado, mientras que el de la izquierda tenía un aspecto parecido al de un dragón. Y, por el hecho de haber pedido el cuerpo de Jesús para darle sepultura, los judíos, dejándose llevar de un arranque de cólera, me metieron en la cárcel donde solía retenerse a los malhechores. Me ocurría esto a mí la tarde del sábado en que nuestra nación estaba prevaricando. Y mira por cuánto esta misma nación sufrió el sábado tribulaciones terribles.


2. Y precisamente la tarde del primer día de la semana, a la hora quinta, cuando yo me encontraba en la cárcel, vino hacia mí Jesús acompañado del que había sido crucificado a su derecha, a quien había enviado al paraíso. Y había una gran luz en el recinto. De pronto la casa quedó suspensa de sus cuatro ángulos, el espacio interior quedó libre y yo pude salir. Entonces reconocí a Jesús en primer lugar y luego al ladrón, que traía una carta para Jesús. Y, mientras íbamos camino de Galilea, brilló una luz tal, que no podía soportarla la creación; el ladrón, a su vez, exhalaba un gran perfume procedente del paraíso.


3. Luego sentóse Jesús en un lugar y leyó así: «Los querubines y los exaptérigos, que recibimos de tu divinidad la orden de guardar el jardín del paraíso, hacemos saber esto por medio del ladrón que fue crucificado juntamente contigo por disposición tuya: Al ver en éste la señal de los clavos y el resplandor de las letras de tu divinidad, el fuego se extinguió, no pudiendo aguantar la flamígera señal, y nosotros, sobrecogidos por un gran temor, quedamos amedrentados; pues oímos al autor del cielo y de la tierra y de la creación entera que bajaba desde la altura hasta las partes más bajas de la tierra a causa del primero de los creados, Adán. Pues, al ver la cruz inmaculada que fulguraba por medio del ladrón y que hacía reverberar un resplandor siete veces mayor que el del sol, se apoderó de nosotros, presa de la agitación de los infiernos, un gran temblor. Y, haciendo coro con nosotros los ministros del infierno, dijimos a grandes voces: Santo, Santo, Santo es el que impera en las alturas. Y las potestades dejaban escapar este grito: Señor, te has manifestado en el cielo y sobre la tierra, dando la alegría de los siglos, después de haber salvado de la muerte a la misma criatura».


V 1. Mientras iba yo contemplando esto, camino de Galilea, en compañía de Jesús y del ladrón, Aquél se transfiguró, y no era lo mismo que la principio, antes de ser crucificado, sino que era luz por completo. Y los ángeles le servían continuamente, y Jesús mantenía conversación con ellos. Y pasé tres días a su lado, sin que ninguno de sus discípulos le acompañara, sino sólo el ladrón.


2. Mediada la fiesta de los Ázimos, vino su discípulo Juan, y todavía no habíamos visto al ladrón ni sabíamos qué había sido de él. Juan entonces preguntó a Jesús: «¿Quién es éste, pues no me has permitido ser visto por él?». Mas Jesús no le respondió nada. Entonces él se echó a sus pies y le dijo: «Señor, sé que desde el principio me amaste; ¿por qué no me haces ver a aquel hombre?» Díjole Jesús: «¿Por qué vas en busca de lo arcano? ¿Eres obtuso de inteligencia? ¿No percibes el perfume del paraíso que ha inundado el lugar? ¿No te das cuenta de quién era? El ladrón colgado de la cruz ha venido a ser heredero del paraíso; en verdad, en verdad te digo que de él sólo es hasta que llegue el gran día». Y Juan dijo: «Hazme digno de verle».


3. Y, mientras Juan estaba aún hablando, apareció de repente el ladrón. Aquél entonces, atónito, cayó al suelo. El ladrón no conservaba la misma figura que tenía antes de venir Juan, sino que era como un rey majestuoso en extremo, engalanado como estaba con la cruz. Y se dejó oír una voz, emitida por una gran muchedumbre, que decía así: «Has llegado al lugar del paraíso que te estaba preparado; nosotros hemos sido designados por el que te envió para servirte hasta que venga el gran día». Y, al producirse esta voz, quedamos invisibles el ladrón y yo. Yo entonces me encontré en mi propia casa y ya no vi a Jesús.


4. Y habiendo sido testigo ocular de estas cosas, las he dejado escritas para que todos crean en Jesucristo crucificado, nuestro Señor, y no sirvan ya a la ley de Moisés, sino que den crédito a los prodigios y portentos obrados por Él, de manera que, creyendo, sean herederos de la vida eterna y podamos encontrarnos todos en el reino de los cielos; porque a Él le conviene gloria, fuerza, alabanza y majestad por los siglos de los siglos. Amén.

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